Pasadas las fiestas, entrañables para unos, empalagosas para otros, pero, en cualquier caso, indecentes para todos porque han transcurrido en paralelo a la insoportable situación de miles de refugiados desprotegidos y condenados a morir de frío en nuestras fronteras, vuelve la normalidad.

Ante la aburrida reiteración de belenes, turrones y demás complementos festeros, a mí lo que me ha animado la etapa ha sido lo de Podemos. Que haya tenido que venir la abuela a darles un cachete a los chicos para que no anden haciendo el tonto, es un síntoma desalentador cuando resulta que los chicos ya no tienen ni siete ni diecisiete años, sino que ya están creciditos y, además, se nos han metido en la política profesional. Pero si lo de la abuela ya me pareció lamentable, para la conversación de Pablo Iglesias con el tronco ante la chimenea me faltan recursos calificativos. Pobreza del lenguaje, del mío al menos, ante lo incomprensible. En su aproximación a lo incomprensible, Pablo Iglesias se empieza a parecer a Dios y por eso las cosa y los objetos, ni siquiera enteros sino incluso a pedazos, los trozos, le hablan y él los entiende. Y, curiosamente, le dicen casi lo mismo que la abuela. ¿No es divino?

Superado mi estupor, me atrevo a ir más allá de la abuela y del tronco y a enumerar tres factores que contribuyen al desconcierto que, a veces, produce la actuación de Podemos: la bisoñez, la conjura de los necios y la idiosincrasia.

La bisoñez. PerLa bisoñez. Podemos surgió, como sabemos, del 15M que, como también sabemos fue un movimiento espontáneo en el que, sobre todo, la gente joven, expresó su hartazgo ante una forma viciada de hacer política que no respondía a las expectativas y necesidades de la ciudadanía. Articular ese movimiento en un partido político no era, y sigue sin ser, tarea fácil. Sin embargo, algunos valientes lo intentaron y el ensayo salió tan bien que desbordó a los propios aventureros. Aunque ni ellos ni ellas eran vírgenes en lo político, si lo eran en el ejercicio de la política en el medio institucional y, por ello, se enfrentaron al problema que era y sigue siendo cómo llevar la calle a las instituciones o viceversa, cómo acercar, en definitiva, ambas realidades sin perder la esencia impulsora.

La conjura de los necios. Podría llamarse también la conjura de los medios, porque aprovechan, manipulan y sobredimensionan cualquier apariencia para cargar contra Podemos, pero en los medios no se agota la conjura. En realidad, estos solo ejercen la función de portavocía del poder o de los poderes económicos. Al poder económico le molesta Podemos tanto como a los partidos políticos que han sido, o que son, sus fieles aliados. Poder económico, partidos políticos y medios de comunicación son las tres patas de un sistema que lucha por sobrevivir como sea y que se siente importunado por Podemos. En la expresión de la necedad, sin embargo, el PSOE casi aventaja a los demás porque, en el vértigo de su caída se confunde, cree que su enemigo es Podemos, cuando su principal enemigo no es, como se está demostrando, ni siquiera el PP sino él mismo.

La idiosincrasia. Hay dos hábitos que conforman el ADN de Podemos, el debate y la presencia en las redes sociales. La unión de ambos tiene como resultado una continua exposición, si no exhibición de la discrepancia que se produce en un escenario o en un escaparate en el que todos tienen la ocasión de opinar. En los tiempos de los partidos viejos, los debates, si existían, así como las luchas por el poder, que sí existían y existen, se producían en lo interno y se intentaban ocultar, pero la cultura en Podemos es otra. De ahí que siempre parezca que están a punto de la ruptura. No creo que sea así.

A estos tres factores cabría añadir otro como riesgo, el del caudillismo, es decir, el riesgo de identificar al movimiento o al partido con un líder. El caudillismo es lo más opuesto al 15M y lo que menos conviene a Podemos y a los millones de ciudadanos que les han dado un voto de confianza. Pablo tampoco es Dios, por eso, como al general romano, habrá que repetirle recuerda que eres mortal y prescindible, porque si Podemos se agota en un líder, llámese como se llame, el intento no habrá merecido la pena. Josa Fructuoso.