Barack Obama abandonará esta semana la Casa Blanca y su obra quedará definitivamente en manos de la historia, que suele ser un juez más ecuánime que la opinión pública. No obstante, su legado estará marcado por el prisma con el que se observe. A ojos del llamado ´mito Obama´, fabricado en una brillante campaña electoral en 2008 y consolidado con el Premio Nobel de la Paz de 2009, las elevadas expectativas le sobrepasaron. El primer presidente negro de la historia de EE UU convivió con un aumento de la tensión racial en su país -qué paradoja- y en su mancha aparecen la desazón de la guerra en Siria y el paso atrás ante Rusia, entre otros fiascos. Y Guantánamo continúa abierto. Visto así, resultó decepcionante. Pero a ojos más escépticos y menos idílicos, fue un presidente que pese a todo sí consiguió logros importantes: EE UU superó la Gran Recesión -como así llaman ellos a la crisis-; alcanzó el deshielo con Cuba y el acuerdo con Irán; e impulsó una reforma sanitaria para dar cobertura a millones de estadounidenses sin seguro médico. Y, aunque sea un intangible, también dejó un estilo, una manera diferente de representar a un país, con su talento para la oratoria y sus elegantes modales. Visto así, tal vez fue mejor presidente de lo que uno pudiera esperar. O quizás no. La historia dictará sentencia.