Es curioso cómo nos puede engañar el tiempo. Hay ocasiones en las que un segundo se nos puede hacer eterno y otras en las que una eternidad se nos puede pasar en un suspiro. Esto último es precisamente lo que me ha ocurrido a mí esta misma semana. El lunes llegaba, puntual tras tomar la segunda dosis de café del día, a la Plaza de La Opinión número 1 como si volviera al trabajo después de un fin de semana normal. Nada más lejos de la realidad. Hacía 3 años que no me sentaba en este mismo ordenador desde el que os escribo hoy, junto a la ventana desde la que veo como avanza la tarde en Murcia, hora tras hora, mientras hago lo que más me gusta, escribir, informar, contar lo que sucede en nuestra ciudad, en nuestra Región. El lunes, después de ese café subí los escalones de la que ha sido mi casa durante 7 años. Sí, puedo decir mi casa porque quienes nos dedicamos a esta profesión pasamos más horas al día con nuestros compañeros que con nuestras familias, lo hacemos porque nos gusta, porque nos llena. Al llegar a la primera planta, a redacción, vi las mismas caras que me dejé. Y desde aquí, desde mi mesa de redacción, os vuelvo a dar los ¡buenos días!