No habían pasado ni 75 minutos de este año 2017, cuando una nueva matanza se produjo en una sala de fiesta, de nombre Reina, en Estambul, capital de Turquía. Todos los indicios nos llevan a un hombre muy joven, actuando en solitario, como autor de dicha masacre. Una vez más me pregunto qué lleva a este y a otros tantos jóvenes a actuar de esta forma en París, Niza, Munich, Berlín, Estambul y en otros lugares menos próximos a nosotros, pero con acciones tan terribles o más a las llevadas a cabo en nuestra área de influencia y conocimiento.

Repregunto, y me pregunto, una vez más: ¿Qué está pasando? ¿Qué estamos haciendo mal? ¿No hay manera de parar o atajar estas acciones? ¿Qué formación tienen? ¿Los jóvenes son vecinos nuestros? ¿Son nacionales de cada uno de los países donde atacan? ¿Qué ideología tienen? ¿Con qué se identifican? ¿Cómo influye la religión?

Como cada vez que me siento delante del folio, para volcar mis pensamientos, previamente he recabado información y ayuda a especialistas en el tema que quiero tratar; en esta ocasión la he vuelto a solicitar y entre otras consideraciones, mi interlocutor, me apunta lo siguiente: «Yo apunto ideología y desidentificación con el entorno (de base más inducida), desafecto como experiencia vivencial (social, familiar) o lo que denomino exclusión (no necesariamente experimentada en la marginalidad). En la mayoría de los casos muy escasa formación y conocimiento paupérrimo de su propio hecho religioso. De hecho, hay captaciones en España de individuos de tradición cristiana (Fe no experimentada) que en realidad no hacen una conversión religiosa sino ideológica. Procesos Express. Estamos ante lo que hoy, en el ámbito de la Criminología, podemos denominar 'idiotas morales'».

Como ven, se habla de procesos express; no sé qué carga ideológica y moral lleva este proceso que convierte, por ejemplo, a jóvenes con DNI y pasaporte español, sin más historia que la de cualquier chico de barrio, en auténticos salvajes que decapitan, degüellan, crucifican fríamente, persiguen cristianos, queman aldeas con los habitantes incluidos, violan sistemáticamente, etc. Observen que son chicos 'normales' próximos a nosotros, de nuestras localidades; por eso, estos ataques se efectúan integrando lo local, con lo regional y con lo global. La acción de cada grupo trata de servir al fin global, a través de la acción local. Estamos ante un caso de 'glocalización', acción local con pensamiento global. Todo ello sin perjuicio de un deseado salto global, manifestado en la capacidad de estas franquicias de organizar complots en suelo occidental, aumentando con el paso de los días. Abanderado por el slogan: «Todos los infieles convertidos o muertos». Parece ser que estas captaciones tienen como catalizadores: Desafecto social, falta de afecto familiar y falta de reconocimiento. Ante todo esto, la sociedad ha fracasado y no está actuando adecuadamente.

Observo que los estados no están respondiendo con inteligencia y eficacia a los ataques terroristas. Quizás la razón está en el tiempo; sí el tiempo, porque los terroristas tienen todo el tiempo del mundo y los políticos, o sea aquellas personas que tendrían que conformar respuestas adecuadas, sólo tienen el que va de elección a elección y esto desvirtúa cualquier intento de dar respuestas a largo plazo. Las que se dan a corto y medio (aumento de presencia policial, restricciones de derechos civiles, supresión o modificación de normas, por ejemplo) son calificadas y tomadas como victorias propias por los malos.

La falta de eficacia, pensamos, se debe a que esta 'guerra' se libra en dos campos de batalla, o dos realidades: Realidad real. Puntos donde actúan los terroristas y los estados responden. La segunda es la Realidad virtual. Aquí se producen los procesos de captación y de financiación. Donde se explica cómo llegar a Siria y cómo atentar. En esta realidad los estados ni aparecen. Opino que en esta segunda realidad debería actuar el Estado, contrarrestando las soflamas y las consignas del otro lado: inundando la red con todo tipo de elementos educadores, entre ellos los libros. Libros que no dirijan, libros que entretengan, libros que formen, libros que hagan libres a las personas y no se crean nada de nadie, que cada uno tenga su propia opinión e iniciativa. En definitiva, 'libros contra balas'. Y para acabar, mis fuentes señalan que el hecho religioso no puede ser tomado como base y excusa para el terrorismo islámico, cristiano (que también lo hay) o el de corte judío.