No se sabe cuándo subirá el petróleo hasta demostrar quién ha ganado la batalla entre Arabia Saudita y Estados Unidos, ya que un buen precio permite que el fracking estadounidense inunde los mercados... y el medioambiente. De momento va ganando Estados Unidos. Tampoco se sabe cómo terminará la porfía euro-dólar. También ahí los Estados Unidos llevan ventaja. Igualmente, no se sabe cuándo reventará el sistema bancario internacional, el único sector realmente ´globalizado´, aunque los precipitantes vengan de Alemania (algo pudo ayudar la multa de Estados Unidos contra el Deutsche Bank) y, claramente, de Italia y su viejo banco del siglo XV, el Monte dei Paschi. Energía, moneda y sistema bancario europeos en la cuerda floja. Tampoco se sabe cómo va a evolucionar el terrorismo internacional en Europa. Ni la ciberguerra.

Sí tenemos fecha para la toma de posesión del presidente estadounidense. Accidentada porque hasta el último momento se ha hablado de recuento de votos para superar posibles pucherazos y de «traiciones» de Grandes Electores dispuestos a votar contra el mandato recibido de sus votantes y que era a favor de Trump. Entre los dos millones y medio de votos populares a favor de Clinton, la posible intervención de Rusia en general y de Putin en particular en la campaña electoral a favor de aquel y las propuestas peculiares del electo, hubo una veintena que dudó el pasado 19 de diciembre. Pero el 20 de enero comienza otra época: la de quien jugó sus cartas televisivas y, después, como se ha visto a través de sus nombramientos, las ha mostrado con mucha claridad. Que se mienta en campaña es habitual, pero parece que esta vez fue espectacular. En todo caso, nadie duda del impacto mundial de Trump, especialmente cuando se analizan sus colaboradores y ¡aliados! Por muchos cambios que se produzcan, no parece que se pueda dudar del papel que mantendrá dicho país.

En febrero los planes para el Brexit, ´duro´ o ´blando´, ya habrán sido terminados con lo que, si todo se produce según lo previsto, comenzarían a correr los 18 meses que terminarían con la probable salida británica de la renqueante Unión Europea. Mucho más si los meses siguientes producen otros resultados en Francia. Marzo es el mes de los Países Bajos, donde el Partido de la Libertad, euroescéptico y xenófobo (no siempre van juntas las dos cosas), podría tener buenos resultados, por ponerse optimista.

Abril y mayo estarán dominados por las elecciones presidenciales francesas. Respectivamente primera y segunda vuelta con un posible triunfo de Le Pen al mando del Frente National. Posible aunque la opción probable para esa segunda vuelta sea entre la derecha de Fillon y la extrema derecha, euroescéptica y xenófoba. Y subrayo lo de euroescéptica.

Las elecciones federales alemanas de septiembre es probable que vuelvan a llevar a Merkel a la cancillería, previas rebajas en su programa electoral. La incógnita, ahí, es la de AFD (Alternativa para Alemania) tan euroescéptica y xenófoba como lo es el Frente National. Tan euroescéptico como el FPÖ, Partido de la Libertad de Austria, que se presenta a las elecciones de octubre y ya ha hecho sus sugestivos pinitos en las pasadas presidenciales.

¿Cataluña?¿Septiembre? Difícil es saber en qué va a consistir.

Hay además otras elecciones posibles, pero no anunciadas aunque podrían completar este calendario. Las de Italia, si el gobierno, de nuevo no-electo, no puede afrontar los embates de la santa alianza entre Berlusconi y Grillo que ya se puso de manifiesto en el referéndum constitucional. Y ya puestos, si hay que hacer caso al freudiano acto fallido del presidente español en una de las numerosas cenas navideñas animando a prepararse a nuevas elecciones, también las habría en las Españas aunque, como matizaría su vicepresidenta, «con todo el ritmo de cenas que llevamos, que estamos bastante cansados, a esas horas ya la cabeza no está tan viva». La primera elección, la italiana, podría también tener efectos sobre la renqueante Unión Europea, la segunda sería otra.

Frente a tales constantes, quedan algunas para insensibles europeos: parece que van a continuar las guerras (no solo las de Siria/Irak o Palestina) en las que participan europeos y estadounidenses. Tampoco parece que vaya a acabar ese inmenso cementerio en que se está convirtiendo el Mare Nostrum con cadáveres de emigrantes, demandantes de asilo y exilio, en muchos casos por conflictos que no son ajenos a Europa aunque siempre con raíces locales, como la trata de carne humana viva para uso de europeos, como parte de la prostitución masculina, femenina e infantil.