Aburrirse es un sentimiento frecuente y muy extendido. Es una emoción o estado afectivo ´silencioso´, menos visible y llamativo que la alegría o el enfado. Suele ser desagradable, a veces muy negativo, asociado a estimulación escasa o monótona y a la pérdida de interés por el mundo exterior. Empuja a aislarse de la situación, a cambiar y buscar algo nuevo que requiera actividad o que capture la atención. Se experimentan y manifiestan sentimientos desagradables, alteraciones en la percepción del paso del tiempo, falta de concentración, distanciamiento o sentirse ausente y componentes expresivos, como bostezos, posturas, expresiones faciales o gestos característicos.

Todos sabemos que aliviar el aburrimiento puede convertirse en una necesidad imperiosa que lleve a esfuerzos intensos para escapar de la situación o para hacer cualquier cosa que lo mitigue o lo elimine. En una conferencia o en una clase aburrida es difícil evitar garabatear o utilizar el móvil para distraerse.

Saber por qué las personas se aburren es importante, ya que este sentimiento se relaciona con conductas problemáticas: consumo de alcohol, tabaco y drogas, problemas de estrés, trastornos de alimentación, delincuencia juvenil, absentismo, malas notas y abandono escolar. También va asociado a mala salud y mayor mortalidad. Lo sorprendente es que posee aspectos muy positivos. Impulsa procesos creativos y proporciona la situación ideal para reflexionar; espolea la imaginación, la curiosidad, la innovación, el cambio y la aventura.

Hay muchas formas de aburrirse. El psicólogo Thomas Goetz, de la Universidad de Constanza, enumera cinco de ellas. El más positivo es el aburrimiento tranquilo, alegre, aunque poco. Va acompañado de relajación, indiferencia y alejamiento del mundo exterior. Los peores son el aburrimiento reactivo y el apático. El primero es un estado muy negativo y de mucha agitación, con fuertes deseos de encontrar situaciones alternativas y que puede ir acompañado de sentimientos de ira. El aburrimiento apático sería un estado afectivo muy desagradable, pero con baja inquietud y agitación. No está asociado con la ira y cuando es permanente se asemeja a un estado depresivo.

Las formas más corrientes de aburrimiento son las intermedias, en las que las emociones negativas no son de gran intensidad. Hay falta de concentración, el pensamiento es errático y va rápidamente de un asunto a otro. Si predomina la desgana, habrá predisposición a conductas que distraigan o cambien la situación, pero sin comportamientos activos. En otras ocasiones, el aburrimiento va acompañado de una sensación de inquietud y agitación y se buscarán formas rápidas de escape.

Cada uno tenemos nuestra propia manera de aburrirnos, que guarda relación con rasgos estables de personalidad o de nuestra forma de ser. Entre las personas a quienes les sucede de forma sistemática están los que necesitan emociones fuertes y experiencias nuevas. Hay, por el contrario, quienes se sienten felices sin hacer nada nuevo y gustan de mantener una rutina o permanecer encerrados en su mundo seguro. Por último, la propensión a aburrirse puede ser una señal que indique la necesidad de dar un giro a nuestra vida, tal vez abordar nuevas tareas o derroteros más estimulantes. El aburrimiento es muy interesante.