En mis andanzas por el diccionario, no dejo de sorprenderme con los azares y caprichos de su contenido. Y eso es lo que me ha ocurrido hoy al llegar a su cuarto de atrás, es decir, a la letra Z, y concretamente a los términos que empiezan por zum- o zun-, que me parecen la mar de zumbones con sus sonidos oscuros y retumbantes, desde zun a zunzún, pasando por zumbar, zumbón, zuncunango y zunzapote. Pero mi gozo cae en el pozo de la decepción cuando no aparece zumbir, verbo tan necesario cuando uno tiene un perro y necesita adiestrarlo para guardar el ganado, o defender la casa de intrusos y visitantes inoportunos, o simplemente quiere jugar al perro y al gato con estos animales. Pues bien, si no existe el verbo zumbir, habrá que limitarse a incitarlo, azuzarlo, espolearlo, aguijarlo, estimularlo, enardecerlo, atosigarlo, instigarlo, empujarlo o apremiarlo; con lo que el pobre animal, y usted mismo, quedarán confundidos y acoquinados, sin saber qué hacer. Por eso, utilicemos zumbir, como hemos hecho toda la vida, y todos, incluido el perro, nos entenderán a la primera.