Por muy democrático que sea un estado, no le asiste el derecho a apropiarse de territorios que no son suyos, ni a urbanizar ilegalmente tierras arrebatadas a sus vecinos, o a levantar cientos de kilómetros de muros para aislar a las poblaciones autóctonas€ Que un gobierno sea supuestamente democrático (habría que ver de qué calidad democrática estamos hablando cuando nos referimos a gobiernos que actúan de ese modo) tampoco le da derecho a mantener sometido en condiciones execrables a todo un pueblo amparándose en su derecho a defenderse.

Así parece que lo ha entendido, por fin, la Administración de Obama, que unas semanas antes de dar paso a Donald Trump (que Dios no coja confesados) no ha vetado la resolución del Consejo de Seguridad, presidido por España, que condena la construcción de colonias israelíes en los territorios palestinos y pide su cese «inmediato» y «completo». Más vale tarde que nunca, dirán algunos, aunque esos mismos sepan de antemano que ese tipo de resoluciones no son más que meras declaraciones de intenciones y sirven más bien para poco.

John Kerry ha denunciado lo que todo el mundo sabe, incluso los amigos de Israel, entre los que sin duda se encuentra (Estados Unidos acaba de darle 35.000 millones de dólares para defensa): que la política de colonización de los territorios palestinas de Netanyahu constituye una «amenaza» para la paz. La resolución recién aprobada no puede ser más clara: «los asentamientos israelíes en territorios palestinos, incluido Jerusalén Este, no tienen validez legal (€) y constituyen una flagrante violación de la ley internacional y un gran obstáculo para conseguir la solución de los dos Estados, así como una paz firme, duradera y completa». La comunidad internacional, por su parte, no reconocerá ninguna alteración de las fronteras establecidas antes de la guerra de 1967 si no hay un acuerdo previo entre las partes, y abre incluso las puertas a una eventual imposición de sanciones internacionales a Israel.

Decía el poeta Bertolt Brecht, refiriéndose precisamente a quienes cometieron los crímenes más abominables contra el pueblo judío, que «En el momento de marchar, muchos no saben / que su enemigo marcha al frente de ellos/ La voz que les manda/ es la voz de su enemigo/ Quien habla del enemigo/ él mismo es el enemigo».

No hay mayor enemigo actualmente para Israel que quien defiende la política anexionista de los ultraortodoxos. La causante de que haya en Cisjordania más de 120 asentamientos israelíes y más de 200 embriones de futuras colonias (los llamados ´outposts´, en inglés), con cerca de 650.000 colonos israelíes residiendo ilegalmente en estos territorios palestinos. Asentamientos que poco a poco se van transformando en pequeñas ciudades con muros que separan y carreteras que unen los asentamientos entre sí, vigilados por numerosos controles o ´checkpoints´ que requieren de la expedición de permisos específicos para poderlos cruzar.

Estamos, y esto es lo más ominoso, ante un proyecto urdido, tramado, maquinado para fragmentar, pulverizar la futura Palestina. Un plan que no persigue otra cosa que el expolio de un territorio y el sometimiento de su población. Una política llamada a conseguir que sean los colonos lo que en última instancia determinen el futuro de Israel.

No es éste, y así deberían entenderlo quienes más preocupados se supone que están por la seguridad del estado hebreo, un camino que lleve a paz alguna. La única paz justa y duradera entre israelíes y palestinos vendrá del reconocimiento mutuo de sus respectivos estados, con las fronteras reconocidas por la comunidad internacional. Los palestinos, al menos un sector muy importante, ya aceptan esa premisa. Y los israelíes tendrán que hacer lo mismo cuando se atrevan a mirar un poco más allá de sus narices.

Relanzar por enésima vez el proceso de negociación israelí-palestino es lo que se propone, no sabemos si en vano, la ´Iniciativa francesa de paz´ del próximo día 15. Una de las partes, y no la menos importante, la que encabezará la nueva administración estadounidense, viene con la bomba bajo el brazo. Ha nombrando nuevo embajador estadounidense en Israel a David Friedman, que aboga públicamente por la legalización de los asentamientos y la anexión del 60% de Cisjordania, y lanza gritos de guerra inequívocos: «¡Mantente fuerte, Israel, que se está acercando el 20 de enero!»

Quedamos a la espera de que el dinamitero Trump encienda la mecha del polvorín para que cualquier esperanza de paz vuelva a saltar por los aires.