Mi abuela Pilar salía de la cocina con decisión, y una sonrisa sencilla, pero tan generosa que podía sentirse ahí donde se sienten las cosas que no se pueden explicar, con una bandeja de madera, de asas gruesas, que casi no cabía por el pasillo. Recuerdo esperarla a la entrada del salón, y verla llegar hasta él con la bandeja y aquella sonrisa preciosa mientras mis primos y yo saltábamos, literalmente, de alegría. El primer día de Navidad en el que se sacaba la bandeja era la tarde de Nochebuena, cuando íbamos llegando todos para cenar. Aquel momento era el más maravilloso que recuerdo de las navidades de niño, por encima de los Reyes Magos, árbol, lotería, regalos, cabalgata€ La bandeja de dulces navideños de mi abuela Pilar era una obra de arte.

Una vez en la mesa de centro se hacía el silencio. Íbamos descubriendo la enorme variedad sobre el mantelico de cuadros rojos y blancos en aquella bandeja de cuento, y fichando los trozos de turrón blando, y el de chocolate. Nadie cogía nada hasta que la abuela no nos daba permiso con otra sonrisa de aprobación y nos contaba las nuevas adquisiciones del año. Peladillas, mazapán de Moratalla, turrones exóticos, polvorones y mantecados, tortas y bombones, fruta escarchada€ Aquella bandeja, además, nunca se vaciaba. Si empezaba a clarear enseguida se rellenaba. Era mágica. En aquella bandeja estaba la esencia de la Navidad.

Desde entonces, todos los años me encargo de hacer una bandeja lo más parecida posible a aquella, que sería la bandeja platónica, y nunca puedo ni acercarme. Pero cuando pongo el mantelico y empiezo a rellenarla con todo lo que ha caído en mi cocina entre cestas y alguna comprica, es como si estuviera en la cocina de mi abuela, y puedo verla con aquella sonrisa preparar los turrones y cortar el mazapán, y entonces yo sonrío y entiendo un poco más por qué sonreía.

Los olores, la sensación, provocan algo que es mucho más que un recuerdo claro y especial. Y entonces está claro por qué hay que celebrar la Navidad, y por qué es tan importante tener cerca a la gente que te siempre te va a querer.

Y sí, hay un espíritu navideño, que cada uno encontrará en sitios diferentes. El mío está en aquella sonrisa de mi abuela cuando nos traía la bandeja€ ¿Dónde está el tuyo? Feliz Navidad. Vale.