En contra de lo que dice la canción, soy de las que cree que al lugar donde has sido feliz has de volver siempre. Irte, por supuesto, pero volver siempre. Así que espero volver pronto a uno de esos lugares de felicidad, que se llama Los Alcázares. Un lugar trágicamente castigado por las riadas de los últimos días, que han costado la vida a un joven arrastrado por la tromba y han dejado pérdidas millonarias. Ahora toca apuntalar las ruinas, sacar el fango, llorar el luto y, por descontado, ser Ave Fénix con todas las de la ley. Quién sabe si se cumplirá el sentir popular y hoy, en el sorteo, a la diosa Fortuna se le antoje guiñar el ojo a este pueblo del Mar Menor, un pueblo que sólo puede inspirarme buenos sentimientos y al que deseo muchísima fuerza. Una hipotética lluvia de millones no paliará el daño que ya está hecho por la catástrofe, está claro, ni secará de golpe las lágrimas de rabia y de incertidumbre de unos vecinos que se están dejando la piel en retirar el lodo que ha ensuciado su vida. Aunque sería maravilloso ver a esos mismos vecinos brindar esta mañana con champán, con cava o con lo que sea menester, para celebrar que la ya nombrada Fortuna se ha acordado de ellos. A todo sigue su contrario, dicen que dijo Sócrates. Dedos cruzados y esperanza a tope. Suerte...