El código de honor que se maneja en la mafia siciliana es llamado omertá, que viene a ser la prohibición de informar sobre las actividades delictivas de los grupos mafiosos porque son consideradas asuntos que incumben a las personas implicadas y a nadie más. En la cultura de la Mafia, romper el juramento de omertá puede tener, tiene, consecuencias muy graves para los que se saltan el código. En la mayoría de los casos, la ruptura del obligado silencio es castigada con la muerte del que no supo mantenerlo, porque la omertá lleva consigo, «la prohibición categórica de la cooperación con las autoridades estatales o el empleo de sus servicios, incluso cuando uno ha sido víctima de un crimen».

Pero, al parecer, la omertá no es algo que se de solo en la isla de Sicilia, allí, en el Sur de Italia. Aquí, en el Sureste español, tambien puede ocurrir, como ha quedado de manifiesto con el silencio de casi todo un pueblo durante años, Alhama, que calló los abusos que un entrenador de atletismo ejercía con sus alumnos. Y no, no se ha descubierto por aquellos adultos que supieron, en su momento, lo que estaba ocurriendo a muchos chicos de la localidad. No, ha tenido que ser la denuncia presentada por un atleta de Tenerife por los abusos de que fue objeto hace años por parte de Miguel Ángel Millán, de 66 años, el entrenador del que hablamos. Denuncia por abusos sexuales presentada por el joven al que entrenó hace tiempo, en un juzgado de La Laguna, en Tenerife, y que ha provocado que otros deportistas que fueron objeto también de tales abusos, entre los que se encuentra nuestro atleta Antonio Peñalver, se mostraran dispuestos a declarar ante la Policía que habían sido víctimas de abusos similares.

Y es aterrador que estas cosas ocurran así, que el miedo y la vergüenza paralicen a personas adultas incapaces de reaccionar ante tanta vileza. Un silencio de años, una omertá, que ha permitido que este personaje continúe con sus fechorías y haya podido desempeñar importantes responsabilidades en el mundo del atletismo español porque, hasta que fue detenido hace poco, ocupaba el cargo de responsable de pruebas combinadas en el comité técnico de la Federación Española de Atletismo.

Y sí, es ahora cuando nos enteramos de que, al parecer, desde 1992, muchas personas que ocupaban puestos de responsabilidad en Alhama estaban informadas de que niños del pueblo, de entre 13 y 15, habían sufrido abusos por parte de un profesor que bajo su apariencia de hombre cordial y buen profesional ocultaba una mente enferma, que no le impedía convertir a Antonio Peñalver en subcampeón olímpico. Sí, lo sabían, pero callaron. Pusieron en marcha la omertá que hoy se atreve a romper también Antonio Peñalver, con un relato que nos ha hecho estremecer. Porque es mucho el sufrimiento que hay que experimentar cuando se han de silenciar cosas como las que él cuenta: «Cuando abracé a Millán al ganar la medalla, pensé ¿qué mierda estoy haciendo?. Pero antes había vivido un auténtico infierno que, son sus palabras, «me consumía, me hacía pequeño». Sí, pequeño un atleta de más de 1,90, que soñaba con alcanzar la gloria pero que, para lograrla, debía pasar antes por el infierno.

No, no es posible culpar a unos niños que despertaban a la vida y se encontraban ante un hombre que ejercía de 'gurú', que les enseñaba hasta como calzar sus zapatillas. No, la tristeza, y la rabia también emerge ante lo que ahora se sabe: «Todos en Alhama sabían lo de Millán y nadie hizo nada», ha contado en una entrevista Antonio Peñalver. Y no sabemos qué pensar, porque si es normal que los chicos guardasen silencio mezclando la vergüenza con el miedo a quedarse fuera del equipo, no es tan normal que los que estaban a su alrededor y sabían de esos abusos enmudecieran y hoy continúen haciéndolo. Para ellos, nuestro desprecio; para Antonio Peñalver, nuestra admiración.