Pese a que llevo ya unos cuantos años en esta dura y apasionante profesión periodística, admito que nunca he tenido la fortaleza suficiente para encajar algunas de las noticias que tenemos que contar. Por eso el periodismo de Sucesos no fue mi fuerte ni tuve nunca especial interés, al contrario que otros muchos compañeros, por ser reportero de guerra. En mis tres décadas y media de vida, puedo presumir de que no me he ejercido la violencia contra nadie, como tampoco la han practicado todavía contra mí, aunque puede ser que alguno, sobre todo tras leerme en artículos recientes, se haya quedado con ganas de cruzarme la cara. En estos últimos días, hay dos informaciones que me han llegado muy adentro y me han hecho sentir una profunda decepción ante el mundo en el que vivo. Me ha dolido en el alma el puñetazo que un individuo le soltó a un joven en una céntrica plaza de Murcia el pasado fin de semana, como se ve en un vídeo circula de teléfono en teléfono. Igual que me dejó helado la noticia del asesinato de la viuda del expresidente de la CAM a manos de un sicario. ¿Pero qué puede pasar por la cabeza de estas personas para cometer semejantes vilezas? ¿Con quién carajo nos jugamos los cuartos? Llevamos varios milenios de evolución humana y la ley del más fuerte sigue tan vigente como siempre. ¿Habrá alguna vez un mundo sin gentuza?