Leo que el realizador oriolano Fran Gas ha metido a Miguel Ríos en el interior de un corto sobre los 80 con referencias a Regreso al futuro. Ambos elementos (el granaíno y la saga) hacen buenas migas.

Me zambullí en El río a finales de los 60 y fue en el 72 con Conciertos de rock y amor del Monumental Cinema, uno de los primeros discos grabados aquí en directo, cuando se apropió de este body. Aún hoy, tras décadas sin escucharlo, lo recuerdo de carrerilla. Mi madre decía en aquella época: «¿Es que no tienes otro?», porque probablemente también se lo sabría. Contiene la mejor presentación de banda por parte del solista que uno haya escuchado y, antes de versionar Cantares a lo Wilson Pickett y de reivindicar a Serrat por rescatar a don Antonio Machado, provocaciones para encender al patio de butacas: «Déjenme que les diga una cosa. Si ustedes supieran lo bien que se siente uno colaborando con algo habrían ganado eso que se llama cielo. En verdad les digo que no se puede venir a un espectáculo de rock and roll con el pretexto de haber pagado 125 pesetas y estar mirándolo, analizándolo, desmenuzándolo y no participando en él; es muy triste, de verdad. ¡Las neveras! Las neveras se deben dejar en el guardarropa. Si hay alguien que crea en la utilidad de esta música que tiene muchas cosas que decir y, aún a pesar de que no me gusta ser líder ni me gustan los líderes, me voy a convertir en líder palmífero para guiaros en las palmas del ritmo».

Pegándose un precalentamiento de aúpa fue como lo vi a mediados de los 80 en la Venta L`Home, antes de saltar al ruedo de Buñol, cuando me acerqué a hacer un perfil y, en lugar de otra muestra de esa selecta biografía de gente hecha polvo, con lo que me encontré fue con un gachó en plena forma que no confundía la gimnasia con la magnesia.

De ahí que hace nada haya vuelto a verlo en el escenario consagrado como el convencido que es de que la liberación puede venir por medio de la garganta y siendo el eje en la Formación del Espíritu Nacional. Del rock, por Dios.