La moda nos hace elegantes ante los demás aunque la belleza se lleve por dentro. La elegancia en los gestos y en los atuendos abre puertas y causa admiración ante el prójimo.

En la maravillosa miseria de los cincuenta, y a pesar de la necesidad, las damas, siempre astutas, sabias y conscientes, fusilaban sin recato modelitos de aquellas publicaciones denominadas ‘figurines’, biblias manidas para modistas y modistillas que cosían a los domicilios a cambio de unas exiguas pesetas, comida o cena, dependiendo de la hora de la actividad realizada. Igualmente, las murcianas de la época recortaban fotografías de las revistas del corazón para plagiar las prendas que lucían Grace Kelly, Liz Taylor o Jacqueline Kennedy, que llevaban a los talleres de costura como posesas cargadas de sueños ante el evento familiar en el que querían destacar en belleza y elegancia cosmopolita.

Ya en los sesenta, en la Murcia del desarrollo, los talleres de modistas adquieren cierto relumbrón, sirvan como ejemplo el de Mercedes Alberdi Ibarra, discípula distinguida en su soltería de Cristóbal Balenciaga, en la calle Montijo; el de Félix Pavía en San Juan o el de Solita Esteve en San Bartolomé. Las modas y la actividad social crecían gracias al aumento del

poder adquisitivo hasta la llegada del pret a porter.

Los aviones de Iberia y Aviaco en los 70 eran la antesala de una España que se anunciaba como diferente ante los miles de turistas que nos visitaban. Las tripulaciones de aquellos aviones con sus uniformes de diseño añadían un toque de distinción al sol y a las playas que aguardaban al pasaje: Pedro Rodríguez, Pertegaz, Elio Berhanyer y Alfredo Caral sucesivamente consiguieron dar un toque elegante y favorecedor al personal de las compañías aéreas españolas.

Alfredo Caral estuvo de visita en Murcia hace quince años, y quedó tan prendado de ella que no se fue. El otro día le pudimos ver hablando de sus tejidos, hilos y agujas en un programa especializado de TVE, haciendo historia de su participación en las grandes pasarelas de la moda internacionales: París, Londres, Amsterdam, México DF y Washington. Se dice que Caral, más que un modisto, es un escultor. Vestir un modelo del artista asentado en nuestra capital es todo un privilegio, su estilo es sencillo pero irrepetible. Un diseñador que huye de la publicidad, que evolucionó desde el mundo de la cosmética hasta el de la moda buscando el cuidado y la belleza de la mujer. Alfredo Caral fue todo un predecesor de Cibeles al integrarse en la Moda del Sol; muy conocidas fueron entre la alta sociedad madrileña sus colecciones presentadas durante años en el Hotel Villa Magna madrileño. Reclamado por el mundo del cine y el teatro, son conocidos sus trabajos realizados para las películas de Felipe Rey, Pedro Almodóvar o vistiendo a Arturo Fernández en algunas de sus obras.

Un señor de gustos y diseños exquisitos, que vive en Murcia y disfruta al pasear por sus calles, en las que se siente querido por sus innumerables amigos y donde hace realidad sus grandes facetas creativas que luego irradia al ancho mundo. Un lujo para Murcia, sí.