Hace ya más de doce años, cuando hacía un máster de periodismo en Bilbao tuve la suerte de que me diese clase Gotzone Mora, exconcejala, profesora de Sociología y miembro del Partido Socialista de Euskadi, que pese a estar amenazada por ETA y llevar escolta «hasta para ir a comprar el pan», como nos decía, no tenía miedo a expresar públicamente lo que pensaba. Un día, en una clase, cuando los alumnos le manifestamos nuestra admiración porque se atreviese a hablar tan claro, nos respondió que ella nos admiraba a nosotros. ¿Por qué? le preguntamos. Su respuesta no se me ha olvidado, ya que explicó que por su experiencia en los medios de comunicación, en los que colaboraba muchas veces, se había dado cuenta de que muchas veces las presiones a los periodistas (algo que nosotros éramos en ciernes) desde el poder gobernante eran mayores que las que sufría ella misma desde la propia ETA o su entorno. Fue algo que me quedó grabado a fuego. Hoy, recuerdo esas palabras y por ellas admiro cada vez a mis compañeros de profesión, que, como yo, tienen claro que informar es nuestra obligación y que soportan estoicamente el ruido de sables y las interferencias desde altas instancias sin que éstas les haga plantearse que contrastar e informar es nuestra obligación. Guste o no a todo el mundo.