Juan Álvarez, uno de los ilustradores más conocidos en nuestro país gracias a sus colaboraciones en revistas de ámbito nacional (El Jueves, Interviú, Playboy, entre otras) ha presentado recientemente un libro en el que refleja interesantes reflexiones sobre la violencia machista. El libro se llama ¿Por qué no me amas? y su lectura yo la recomendaría a Pablo Iglesias, el líder de Podemos, y a David Pérez, alcalde de Alcorcón, porque, aunque parezcan tan distintos políticamente, tienen muchas cosas en común a la hora de calificar a las mujeres.

Uno, Pablo Iglesias, con un discurso más florido, más académico, si se quiere, y el otro más de andar por casa, pero vienen a decirnos lo mismo. O, si no es lo mismo, sí reflejan altas dosis de machismo en ambos, aunque con distinta forma de enfocarlo. Juan Álvarez, en su libro, se hace y nos hace veinte preguntas, acompañadas por veinte ilustraciones, con las que pretende denunciar la violencia hacia la mujer, que no es solo la violencia física, y el machismo, tan latente en muchos personajes, incluso en algunos que, por su relevancia social y política deberían tener otro discurso. Es por esto que el autor, al que conozco por su trabajo y por alguna que otra entrevista que le hice, nos dice que «en España se permiten comentarios contra la mujer que en otros lugares serían impensablen». Aseveración que comparto porque en el resto de países de Europa seria totalmente inadmisible que algunos que se dedican a la política se permitan discursos tan bochornosos como los pronunciados por Pablo Iglesias o David Pérez. Y es que Pablo Iglesias (sí, ese señor tan moderno) se permitió hablar de la mujer diciendo cosas como que «la feminización no tiene nada que ver con que los partidos políticos tengan más mujeres en cargos de representación, que eso es importante y está bien. La feminización no tiene que ver con la presencia de más mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas. En este momento feminizar la política es construir comunidad en los centros de estudio, en los centros sanitarios, eso que tradicionalmente conocemos porque hemos tenido madres, que significa cuidar». Es decir, este señor prefiere ver a sus compañeras en Podemos llevándoles el café a los hombres; cuidándolos, en definitiva, antes que ocupando puestos de responsabilidad.

Y el señor alcalde de Alcorcón, del PP, se despachó hace un tiempo en unas jornadas sobre la familia con una intervención vergonzosamente machista, en la que calificaba a las feministas de «mujeres frustradas, amargadas, rabiosas y fracasadas como personas». Palabras dichas en un discurso rancio y que muestran una gran ignorancia, porque hay quienes no terminan de comprender que el feminismo no es lo contrario del machismo. El feminismo no pretende que la mujer se sitúe en un plano de superioridad con respecto al hombre. Ni persigue que la mujer tenga más derechos que el hombre. Las feministas solo desean la equidad con los hombres, que es tanto como decir que buscan la igualdad como seres humanos, y eso es lo que cualquier persona de bien reclama. Que todos seamos iguales ante la ley y que todos recibamos de la sociedad el mismo trato. El feminismo solo procura superar las diferencias discriminatorias y elevar a todos los seres humanos a la categoría de personas y ciudadanos sin distinción de sexo. Solo eso, o nada más y nada menos que eso.

Por todo esto, el Gobierno debería reflexionar sobre la eliminación de la asignatura Educación para la Ciudadanía. Quizás, con sus enseñanzas, este país podría evitar que, en el futuro, otros hombres, emulando a Iglesias y a López, continúen diciendo las mismas barbaridades y mostrando esa cara machista, impropia de gentes con un mínimo de sentido común. Y ahora se disculpan, pero sus disculpas suenan tan falsas como fuertes sonaron sus declaraciones.