Los teóricos de la Ciencia Política lo explican de forma gráfica: el Estado confederal es como un racimo de uvas, entidades unidas pero claramente diferentes, el Estado unitario es como una manzana, con un centro sólido y homogéneo a su alrededor, mientras que el Estado federal es como una piña, en la que las partes tienen autonomía propia pero entre todas conforman algo compacto y básicamente simétrico en muchos sentidos.

Lo que no dicen los teóricos, y no se visualiza en este ejemplo desde luego, es hasta qué punto lo federal supone un alto grado de disfuncionalidad porque, no nos engañemos, ni es chicha ni limoná. Puede parecer que tiene más atractivo que lo unitario, y que no es tan difuso como lo confederal, pero en la práctica acarrea muchos problemas de entendimiento y provoca más conflictos de lo que en definitiva resuelve.

Lo Federal surge normalmente de un deseo de unir lo que es diverso y está separado. Ese fue el objetivo de las colonias norteamericanas cuando se confabularon para conquistar el inmenso continente que tenían por delante y, sobre todo, para combatir al imperio que tenían enfrente y que no iba a darles su autonomía tan fácilmente. Pocas veces lo federal surge de lo unitario, como sí fue en el caso de España, en un intento finalmente frustrado de diluir el afán de independencia de Cataluña y del País Vasco en una piña formada por piñones autonómicos. La transición fue dura, sobre todo sucedía a una dictadura reconvertida en dictablanda cuya única ideología residual ere el de la unidad de la patria, o sea la de España como nación unitaria.

Pero no nos engañemos. Lo federal es bastante disfuncional, aquí y en Pekín. Bueno, en Pekín precisamente no, porque allí tienen bastante claro que son solo un país, con un Gobierno central que dicta la primacía de la etnia Han sobre el resto. En Estados Unidos, un país modélico por otro lado, los Estados y el Gobierno federal se enfrentan de forma continua en multitud de frentes. Casi cualquier cosa se convierte en conflicto, desde la educación hasta la sanidad. Los estados en manos de los Republicanos han estado boicoteando un día sí y otro también el tan denostado Obamacare. Ahora veremos cómo los Estados demócratas no darán cuartel a los intentos de revertir por la vía del Supremo la legislación sobre el aborto, la legalización del consumo y producción de marihuana o incluso la extensión del matrimonio gay.

Hace algún tiempo leíamos de las quejas de una profesora de Secundaria de un estado federal alemán cuya titulación no le permitía trabajar en otro estado distinto. Un sinsentido que ni siquiera en nuestro Estado autonómico es concebible, aunque no por falta de ganas de algunos gobernantes. Aquí también asistimos (lo hemos visto con la LOMCE) al boicoteo permanente de las leyes del Gobierno central por parte de las autoridades regionales que gobernadas por partidos de la oposición.

Es comprensible que la Unión Europea asuma una estructura confederal, al fin y al cabo Europa parte de una realidad de naciones que se han estado enfrentando durante siglos, guerra tras guerra, a cuál más mortífera. Y es encomiable el que en algunas áreas se parezca más a un Estado federal. Lo que me resulta incompresible es que desde un Estado que funciona todavía razonablemente bien, como la España de las autonomías, se pretenda generar ahora algo más difuso, incoherente y, en definitiva, disfuncional como es un Estado federal. Lo malo es que, como la segunda ley de la termodinámica establece, el orden tiende al desorden, mientras que a la inversa se necesita una cantidad ingente de energía.