Buenos días. Vaya un saludo, o despedida, al que nos hemos acostumbrado. Ya Jim Carrey, en su último monólogo de stand-up, hacía referencia a la pobreza de naturalidad de la persona que debe responder a estas frases automatizadas, como el clásico «¿qué tal?», «bien, ¿y tú?». Ni cada día se está igual que el anterior, ni mucho menos se está igual de bien. Resulta una manera de preguntar, en mi opinión, algo pueril y superficial. Estas composiciones carentes de verbo no son sino un ejemplo de actitudes que llevan al sujeto que las padece a no mostrar verdaderamente sus emociones momentáneas. Todo se puede resumir en una sencilla fórmula y, a fin de no alargar la conversación más allá de los límites que la propia persona que cuestiona espera no traspasar, no debemos responder cosas como «pues, a decir verdad, hoy me he levantado con el pie izquierdo y con pocas ganas de hablar». Ya es hora de cambiar lo que consideramos una pérdida de tiempo, pequeña, sí, pero pérdida de tiempo al fin y al cabo. Si nuestro objetivo real es conocer cuál es el estado anímico de nuestro semejante, hemos de empatizar, escoger las palabras adecuadas, contextualizar la pregunta, acompañar con el gesto facial nuestra verdadera sed de información y no rehuir la conversación. No se limiten a decir un simple «buenos días»

sin siquiera mirar a la cara al destinatario de su positivo inicio del día. Quizás hoy no sea su mejor día...