En la muerte del revolucionario Fidel Castro, hasta que la revolución dejó de estar en primera línea de combate, en Cuba; ante el acontecimiento luctuoso, los medios han preparado sus crónicas y sus hemerotecas; sus imágenes del dictador de origen español relacionadas con la gran política de su tiempo y sus protagonistas. Las relaciones cubanas con Rusia, con Europa, con América latina o los Estados Unidos; con España, concretamente. Cuentan verdades que han sido muy explícitas, pero en la vida de este gran hombre para unos, canalla para otros, también hay sus lados oscuros, por desconocidos. Yo les voy a participar de uno de ellos hasta donde me es posible y que me causó extraordinaria sorpresa en su día.

Mi amigo y maestro Tico Medina confió en mí su archivo profesional y personal para poner un poco de orden en su inmensidad, cuestión que me proporcionó conocimiento y aventura intelectual. El importante reportero fue corresponsal en México de TVE e hilo conductor de aquellos países con la monarquía por restaurar. En ese tiempo Medina hizo entrevistas formidables a Fidel Castro y a Ché Guevara, entre otros líderes mundiales; también publicaba en Abc. Originales que disfruté en mis manos porque llevaban valores o al menos curiosidades, dignas de indagación periodistica.

Las crónicas de Tico enviadas desde México o Cuba con las entrevistas a Castro llegaban para pasar la censura a las oficinas del Pardo, para conocimiento y lectura de aquel Caudillo. No desvelaré más que lo justo porque las Memorias del Reportero estarán editadas cuando el maestro lo crea oportuno y acepte a una de las muchas editoriales interesadas, no siendo yo quién deba adelantar demasiado. El caso es que en manos de Franco las entrevistas, el dictador corregía sobre el papel de su puño y letra calificativos generosos con el Comandante, pero no bajándolos de tono como cabía esperar, si no magnificándolos; Franco quería que la imagen de Castro fuese magnífica en España. Cuestión que resulta curiosa, tanto como aquel paseo permitido de Ernesto Guevara vestido de militar por el Madrid de los 60, con imagen publicitada por el periodista Antonio D. Olano al que el régimen encargó el anfitrionado.

Historia viva del siglo XX, en muchos casos historia dolida y, a veces, historia sorprendente sólo al alacance de cabezas privilegiadas que lo vivienron muy de cerca. El caso de Tico Medina es formidable, estuvo en el sitio justo en el momento justo. Y la revelación de sus secretos es materia de indudable valor periodístico del mayor alcance. Los documentos originales de su archivo, en papel, imagen o voces, son un joyante patrimonio. Está todo. Está toda una época.