Derrotado, vencido el PSOE, que ha decidido entregarse al nacionalismo, una vez más, en el País Vasco, como antes en Cataluña, en Valencia, en Navarra, en Galicia, en Baleares, en Aragón y hasta en Andalucía, es ahora el PP el que envía a la vicepresidenta del Gobierno a rendirse ante el separatismo catalán. La secuencia ´nazionalista´ ha sido la siguiente: hacemos un referéndum secesionista ilegal, declaramos prescrita la Constitución en Cataluña, nos la pasamos (votada también por ellos, con mayor porcentaje aprobatorio que en ninguna otra región, en 1978) por el forro, llamamos ladrones a nuestros compatriotas (como acaba de hacer también la ínclita Cristina Cifuentes con Andalucía), oprimimos y reprimimos lingüísticamente a más de la mitad de nuestros conciudadanos catalanes, aislamos socialmente a todos los que no se pliegan, establecemos un calendario para la secesión cuyo proceso está siendo pagado por el Estado, concretamente por el FLA de Montoro, y venimos a la puerta del Congreso a manifestarnos porque estos señores de ´Madrit´ no dialogan.

Es decir, primero delinquen, porque trasgredir la ley es delinquir, y luego acusan a quienes tendrían que defender las leyes de haber provocado su delito por no cambiarlas a su gusto. Obvio: si les hubieran cambiado las leyes a capricho, se ajustarían a ellas. Es verdad, pues, que los nacionalistas son como los chiquillos, pero con una infinita capacidad de hacer el mal y llevarnos a un conflicto civil. Recuerdan mucho a la mafia: yo te protejo de mí mismo a cambio de un módico cupo foral.

Lo grave es que, hasta ahora, parecía que Ciudadanos, que había nacido para eso, se mantenía firme frente a la presión separatista. Pero las manifestaciones de los últimos días, de Rivera y, sobre todo, de Arrimadas, apelando al diálogo, nos llevan a sospechar que se avecina lo peor: la cesión definitiva bajo la excusa del diálogo y la necesidad de encajar a Cataluña en España. Así que, primero la desencajan, y después te pasan el platillo para que les pagues el contentamiento.

Quien teorizó la ´estrategia del contentamiento´ como un grave error fue Stéphane Dion, quebequés y ministro canadiense que hace un par de años dio una conferencia en Barcelona a la que tuve el gustazo de asistir. Lo que dijo fue muy claro: los separatistas no tienen más límite que la independencia, y cuanto más cedas ante ellos, más los refuerzas e impulsas su voluntad de separación. Los puedes calmar durante un tiempo (por ejemplo, dándoles un concierto fiscal que nos arruinaría a todos los demás, los convertiría en un País Vasco-Navarra bis, y dejaría la ´solidaridad´ reducida, en efecto, a Madrid como única financiadora del resto), pero siempre volverán. Los pequeños tiranos no se sacian nunca. Lo que no hemos entendido es que el nacionalismo vive de eso, de la reivindicación.

Y la pregunta final se impone: si sabemos todo esto, si conocemos los ejemplos de Canadá, el referéndum escocés que ya planean repetir y, sobre todo, lo que ha pasado en una España que ha cedido y cedido y cedido, hasta que ahora ya exigen directamente la independencia y a la carta, entonces ¿en manos de quiénes estamos? ¿Qué manada de cretinos nos gobierna en este asunto del nacionalismo, que son incapaces de entender la secuencia y el abismo a que nos conduce? Si hay algo que dialogar, lo tendremos que dialogar todos. Y si hay algo que salvar es la igualdad. De lo contrario, señores, podéis meteros el Estado por donde os quepa.