Con la distancia que da el tiempo (en este caso dos semanas, apenas) me van a permitir que vuelque mis pensamientos referidos a las elecciones norteamericanas sobre el papel. Digo que falto yo, porque no he opinado todavía sobre la victoria de Donald Trump en dichos comicios. He leído todo tipo de opiniones y expresiones referentes al electo presidente. Posteriormente me referiré a alguna de ellas. Lo primero que llama la atención es que, una vez más, las empresas demoscópicas no han acertado, sería conveniente hacérselo ver y manejar mejores prospecciones, mejores modelos y acercarse al pasado; el pasado, en el caso de EE UU, nos dice más que el presente. Modestamente, se lo pueden creer o no, pronostiqué el triunfo de Trump€ quizá por mi carácter rebelde e intentar ir en contra de la mayoría. La mayoría decía que Hillary Clinton ganaría, pues yo en sentido contrario; pero es que a medida que veía los debates me reafirmaba en mi criterio. La soberbia, la prepotencia y el creerse que lo tenía chupado han sido sus peores enemigos. El desenlace me ha dado la razón. Lógicamente había otras circunstancias que serían muy aburridas desplegarlas en este espacio.

No conozco a ninguno de los dos, solo lo que he visto en los mítines de campaña y hace muchos años que no tomo en consideración nada de lo que se diga, se comente o se propague en un mitin. Los mítines, mítines son y ahí quedan. Pero hete aquí que he visto, leído y oído a personas, que apenas conocen a sus vecinos de escalera, que se han lanzado a opinar, lamentándose por la victoria de Donald (llamándole ridículo, agrio, intolerante, xenófobo, payaso, misógino, antihispano, etc.). Curioso, no conocen al que tienen al lado pero sÍ opinan sobre alguien que no han visto, ni verán jamás posiblemente, en persona. Lo dicho, no se fíen de las algaradas electorales y filtren las informaciones.

No voy a pronunciarme, porque no puedo ni tengo elementos, sobre la persona. Voy a hacerlo sobre lo que ocurrió durante las votaciones y el día posterior. Datos concretos: Las Bolsas miraron a máximos pese a la victoria de Trum. El Dow Jones se acercó a cotas históricas tras el conciliador discurso de aceptación del presidente electo (discurso que oí y que personalmente lo firmo), sólo a un 0,2% de dicha cota. El selectivo S&P 500 esquivó el temido ´trumpazo´ bursátil y se impulsó a un 8%, por encima de su soporte clave, los 1991 puntos que tocó a lo largo de la semana del pasado 27 de junio, tras el sí a la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Como curiosidad, señalar que S&P 500 experimentó una caída del 5,3% tras la elección de Barack Obama en 2008.

Lo importante realmente, quiéranlo o no, es el dinero, es lo que las Bolsas e inversores indiquen; ¿es bueno? ¿es malo? es lo que es. Esta victoria tiene un efecto suave a corto plazo pero imprevisible a largo (opinión mantenida por la mayoría de la prensa económica). Fíjense ustedes que sólo estoy dando datos de la noche electoral y el día después, datos que no han sido rebatidos ni modificados hasta ahora. Otra curiosidad: el oro fue el refugio de los primeros minutos, se fue desinflando con el transcurso de la jornada. Durante la madrugada llegó a repuntar por encima del 5%, pero horas posteriores sus alzas apenas superaban el 0,1%.

Lo lógico es que haya sectores perjudicados y otros beneficiados. Entre los primeros citaremos: eléctricas, renovables, automovilísticas y compañías con exposición internacional. Podemos numerar como beneficiadas: farmacéuticas, infraestructuras, defensa, petroleras y materiales. No vamos a ampliar los motivos (en columnas posteriores y según vayan desarrollándose los acontecimientos podremos hacerlo), son muchos y todos basados, lógicamente, en informes bancarios y servicios financieros varios, a los que también hay que tratarlos y contrastarlos con cautela.

Pero yo pediría calma y tranquilidad. Los Estados Unidos de América es quizás la democracia por excelencia, los controles institucionales son reales e independientes, y un presidente no puede hacer lo que le plazca. Las formas de los adversarios son exquisitas y envidiables. Hillary Clinton con humildad y emoción dijo después de la derrota: «Donald Trump va a ser nuestro presidente. Le debemos una mente abierta y una oportunidad de dirigir el país».

¡Igual que aquí! ¡Qué envidia!