Tiene un nombre muy raro. Se llama Cistus heterophyllus pero en casa todo el mundo la conoce como jara de Cartagena. Es arbustiva, frágil y preciosa, tanto o más que otras plantas compañeras del matorral mediterráneo, y sus pétalos son de un sugerente color rosado con una mancha amarilla en la base.

Nuestra amiga la jara podría pasar por una mata más de entre las que vemos en las sierras de Cartagena a no ser porque tiene una característica que la hace peculiar: que casi seguro que no conseguiremos verla.

La jara de Cartagena es tan extremadamente escasa que apenas hay ejemplares, muy pocos entre las Comunidades autónomas de Valencia y Murcia. Los botánicos saben que a principios del siglo XX era frecuente en la sierra de Cartagena y La Unión, pero la explotación minera de los terrenos donde habitaba condujo a que fuera dada por desaparecida. Una pena, claro. Sin embargo en esto de la conservación de la naturaleza a veces hay buenas noticias. En1986 se redescubrió la especie con un único ejemplar en Valencia y en 1993 nueve esperanzadoras jaras de Cartagena fueron descubiertas cerca del Parque de Calblanque. Desde entonces, y con muy diversas vicisitudes, Cistus heterophylus volvía a ser nuestra compañera de tierra, alegrías y sufrimientos, aunque a diferencia (de momento) con nosotros, ella sí que está declarada como especie en peligro crítico de extinción.

Desde su redescubrimiento, especialistas de las universidades murcianas y valencianas y de ANSE han desplegado con la jara de Cartagena un encomiable esfuerzo de estudio, conservación y reintroducción, y las Administraciones de ambas Comunidades autónomas están desarrollando los planes de recuperación de la especie. Precisamente de estas cosas se va a hablar en unas jornadas que organiza para este lunes la Oficina de Impulso Socioeconómico del Medio Ambiente de la consejería de Agua, Agricultura y Medio Ambiente, para exponer los avances científicos y las experiencias murcianas y valencianas en la gestión de la especie.

Satisface comprobar que hay esfuerzos científicos, administrativos y de la sociedad civil que se preocupan de la conservación de la biodiversidad. Los retos son muchos y los recursos pocos, pero la obligación es completa y la necesidad imperiosa. La jara de Cartagena no es la única especie en peligro, qué va, ni la única que tiene planes de recuperación. Otras plantas lo comparten, como el Garbancillo de Tallante, la Manzanilla de Escombreras, el Araar, el Brezo Blanco, la Sabina de Dunas, el Narciso de Villafuerte o la Scrophularia Arguta.

Listar estas y otras especies nos demuestra que en nuestra propia tierra tenemos rarezas botánicas, endemismos y plantas de enorme interés. De hecho muchos científicos nos informan de que precisamente nuestra región, como parte del Sureste peninsular, es una zona especialmente rica en la que no es nada extraño que nuestra botánica alcance especiales rangos de singularidad.

Somos tan iberoafricanos, estamos tan estresados hídricamente, guardamos tal mosaico de ecosistemas, naturales y antropizados, que nuestra flora reacciona desde hace milenios haciéndose amplia, curiosa y diversa.

Merece la pena su conservación.