Diego de Velázquez, el mismísimo maestro de maestros, el autor de Las Meninas, fue rechazado por un insigne pintor murciano, no una vez, sino varias. No sabemos si hubo en la España del siglo XVII muchos pintores que recibían la llamada de Velázquez para ser pintor de la corte y recibían un no por respuesta€ lo que sí sabemos es que Nicolás de Villacis, de familia noble, discípulo de Velázquez y con estudios en Italia, prefirió Murcia, mil veces Murcia, a irse a la Corte del Rey, a pintar con Velázquez, y eso mola€ Bueno, es comprensible, porque el payo, el Villacis, digo, vivía aquí que ni te cuento. Era el pintor de moda, el guays que venía de Roma, nada menos, y como era de familia bien, pues acho, tutiplenin. Su casa, que estaba donde la Calle Pintor Villacis, ahora el viejo Correos, era minina, acho, con unas balconadas de aúpa. El Villacis iba por ahí con sus compadres de capa y botines de hebilla de plata, en los saraos murcianísticos allá por 1660, que menudas debían liar con sus melenas y sus perillas.

Lo que más me llama la atención de nuestro Villacis es su no a Velázquez, que ya contaba con fama importante. Con cabeza, supongo más que con corazón, Nicolás prefirió ser el Rey de Murcia a irse a la Corte a ponerse nuevos objetivos. Prefirió su mundo murciano, de paseos con compadres que lucían el escudo de la Orden de Santiago, que en la época era como un sello VIP eterno que te elevaba a andar a tres metros del suelo, que irse a la Corte a que le miraran fulminándolo los envidiosos y luchadores en esa Primera División de la pintura€ y Don Diego venga a escribirle carticas con la ficha, y Villacis venga a decir que nanai, que Murcia qué hermosa eres. Con decenas de conventos, parroquias y un clérigo por cada treinta habitantes, en Murcia había trabajo de sobra para el pintor de moda, que ganaba el triple por un encargo de lo que pagaban en la Corte€ así que Velázquez tururú.

Murcia tenía 18.000 habitantes, el siglo de la riada de San Calixto, que se llevó por delante la vida de mil murcianicos, además de media ciudad y toda la huerta. Vivíamos de los gusanos de seda, y los hidalgos, nobles, compraban los puestos de regidor y movían el cotarro, ese cotarro en el que se movía Villacis como medusa en el Mar Menor, el pintor de San Blas. Porque la obra cumbre de Nicolás de Villacis fue un retablo con los milagros de San Blas, el santo al que aún hoy festeja Santa Eulalia, en el Convento de la Trinidad, que estaba dónde hoy está el MUBAM. Una obra que se perdió. Pero aún tenemos partes, sobre todo una, bien conservada: Retrato de tres amigos, colgada en el mismo lugar donde vistió las paredes del convento, en el MUBAM. Ahí todos ustedes pueden verle la jeta al amigo Nicolás de Villacis, el pintor que le dijo no a Velázquez, flanqueado por dos amigos: don Antonio de Roda y Perea, con su sello de la Orden de Santiago, más chulo que un ocho, y don Juan Galtero, regidor municipal. Vayan a conocerles.

El otro día me acerqué a echar un rato con ellos. Un lujo, que por unos minutos, me llevó a la Murcia del siglo XVII, gracias a la pericia narrativa de mi buen amigo y compañero Mariano Pérez Ródenas, que años atrás, además de hacerme pasar un rato de cine, me puso en bandeja la posibilidad de presentarle a todos ustedes, a los que no le conocían al menos, al pintor que dijo no a Velázquez en 1650, el murciano Nicolás de Villacis. Vale.