Algunos persisten en la idea de que se puede permitir cierto grado de violencia, ´violencia pequeñita´, como rodear el Congreso en el Pleno de investidura del nuevo presidente del Gobierno, es sólo libertad de expresión, dicen. Llamar ´putas´ a las diputadas de un partido político por personas que normalmente se rasgan las vestiduras si alguien usa un lenguaje que ellos consideren sexista, pero que en este caso se unen entusiastas al coro acusador; llamar fascistas a los diputados de un partido, al mismo tiempo que se les lanzan todo tipo de objetos, botellas, monedas, mecheros, latas de cerveza, etc. y vitorear a los de otro, cuyos dirigentes lo justifican porque «es que la gente está frustrada y tienen derecho a dar rienda suelta a sus frustraciones».

Todos nos frustramos cuando no conseguimos aquello que esperábamos, pero eso no justifica que boicoteemos a aquellos que sí alcanzan lo que anhelaban, a no ser que lo hubieran conseguido con trampas; ¿pero es eso lo que insinúan los que rodean el Congreso, insultan y agreden a otros? ¿Los justifican los líderes de algunos partidos porque piensan, de verdad, que este Gobierno no es legítimo? ¿Cuándo es un Gobierno legítimo para esta gente? La respuesta es sencilla, es legítimo si son ellos los que gobiernan. Por eso tienen un plan B, que no esconden: tensionar la sociedad. Crear agitación, buscar el conflicto, agitar la calle. Si yo no gobierno, no gobierna nadie, al menos no gobernará en paz.

Es una hoja de ruta clásica del revolucionario trasnochado: a río revuelto, ganancia de pescadores, cuanto peor, mejor. Ese es el plan que la izquierda populista tiene para lo que dure esta legislatura y cuando acabe, el asalto final para tomar la Bastilla, o lo que es lo mismo, lo que quede del Psoe. Bernstein dijo en aquel histórico Congreso Socialista: «Señores, ya no es tiempo de revoluciones, la gente ya no quiere derribar Gobiernos, quiere mejores sueldos, poder comprarse una casa y tener un mes de vacaciones». El socialismo real, revolucionario y no democrático acababa de morir y nacía la socialdemocracia. Por desgracia, aquellos herederos de esa socialdemocracia en España aún no se han enterado del todo, por no hacer, ni siquiera se han cambiado el nombre como han hecho la mayoría de partidos de izquierda europeos y han pasado a denominarse socialdemócratas con algún añadido delante o detrás. No es de extrañar que entre tanta confusión mental los populistas, que sí son todavía socialistas y marxistas, crean que pueden tomar el castillo. Es un momento crucial para el Psoe, quizás el mejor momento para coger el toro por los cuernos y dar el salto hacia lo que en realidad son y no pueden dejar de ser si es que quieren sobrevivir en un país occidental de libre mercado y con una democracia liberal, y refundarse de una vez como el partido socialdemócrata español.

Mientras tanto, los que justifican la ´violencia pequeñita´ no entienden, o peor, les da igual; que no existe tal pequeñez, que se empieza insultando, se pasa al lanzamiento de objetos y de ahí al empujón, el puñetazo y la paliza solo media un breve espacio de tiempo; lo que viene después ya todos lo conocemos, lo hemos sufrido durante muchísimos años en este país y se ha pagado con sangre. Dicen ellos, los dirigentes de Podemos y otros allegados, que la violencia tiene una explicación política, incluida la del terrorismo; por supuesto y filosófica si te empeñas. Cuando maten a alguien vais y le explicáis el por qué un mal nacido le ha quitado la vida a un hermano o a un hijo o a un amigo, que veréis por donde se pasa vuestra explicación los parientes del muerto. Una vez llegado a ese punto, la gente ya no quiere, ni necesita explicaciones, lo que tiene en sus manos es la justificación para devolver el golpe y también tendrá su explicación, y mucho más sencilla: venganza.

Por eso, en democracia, no se pueden justificar los actos violentos, por muy ´pequeñitos´ que parezcan. La violencia engendra más violencia y cada vez de más calibre. No sigan por ese camino, condenen la violencia venga de donde venga y no sean ingenuos, no crean que la dirección va a ser siempre la misma, la violencia siempre tiene un camino de ida y vuelta, antes o después se vuelve contra los que la producen, la amparan o la justifican.