El caso es que a veces el genio del lenguaje es injusto. Aplicamos palabras a modo de metáforas sin reparar en si la traslación de conceptos es correcta o si es una tontería. Se me ocurre un ejemplo. Aplicamos como cosa mala la palabra 'buitre' para referirnos a personas que se ceban en la desgracia de otro, a decir del diccionario de la RAE, o como cosa más mala todavía para calificar a quien nos parece ávido, aprovechado o usurpador de los bienes ajenos.

Y sin embargo quien haya visto un buitre leonado volar, por ejemplo, sobre las sierras del Noroeste murciano alas desplegadas, planeo elegante, envergadura de coloso estará de acuerdo conmigo en que resulta un tanto desproporcionado el sentido figurado y desagradable que el castellano otorga a su nombre de especie. No es justo, no lo es. Pienso que ese primer impulso desagradable que ya nos queda con sólo oír su nombre no se corresponde con el placer estético que nos proporciona el propio bicho. Vale que no es el Robert Redford de la fauna y que tiene la costumbre de comerse otros bichos que ya no están vivos, pero mírenlos en vuelo, vean alguna foto de un buitre desde atrás con las alas desplegadas, obsérvenlos en su nido?

Siempre recordaré aquella vez que, de joven biólogo, paseando por una sierra de Extremadura, encaramado a un risco más bien alto, sentí tras la curva de la montaña como un viento que venía y que una vez superado el ángulo de la pendiente que nos impedía vernos mutuamente resultó ser un buitre leonado pasando a no más de cinco metros de mí mientras me miraba fijamente, tan sorprendido de encontrarme en su camino como yo de su imponente presencia. Entre la mirada, el viento y el sonido del vuelo y del aleteo que atinó a dar para alejarse de mi presencia, aún desde entonces estoy por recuperar el resuello.

Comprenderán entonces que me niegue a aceptar así sin más el sentido peyorativo que comúnmente otorgamos a la palabra buitre. Los verdaderos buitres, los auténticos buitres -ahora sí en el figurado sentido del término-, los tenemos en una esfera mucho más humana y próxima a nuestra especie. ¿Por qué no llamamos a las personas que se ceban en las desgracias del otro, no sé, por ejemplo, compañía farmacéutica transnacional? Estos sí que niegan la producción de medicamentos antisida a precios posibles para los países del África negra. ¿O por qué no les llamamos lobby petrolero que financia estudios escépticos al cambio climático? ¿Y qué tal incorporar la acepción desagradable de la palabra buitre a entradas del diccionario como xenófobo, pederasta o yihadista?

De los buitres leonados, los que vuelan, los correctamente dichos, yo me quedo con su majestuosidad sobre los cielos de mi tierra. Y de paso, no me quedo con las ganas de decir que las víboras no son personas con malas intenciones, sino ofidios de mediano tamaño, ovovivíparos, de cuerpo generalmente recorrido por una faja parda ondulada, cabeza triangular y aplastada.

Aunque, eso sí, también un poco venenosos.