Qué bien nos vendría a todos un poco de ese «vive y deja vivir» que se cantó en el Cabaret el pasado fin de semana en el Auditorio de Murcia. En estos tiempos de corrupción, escraches con encapuchados, ataques al Parlamento, violencia machista, acoso escolar, insultos como arma política, cacerías en red y amenazas de muerte, refugiados de guerras olvidadas y migrantes atrapados en campamentos de plásticos y cartones, guetos que ahora llamamos junglas, las canciones del Kit Kat Klub sonaban con el mismo desafiante desgarro que en el Berlín de los años 30.

Antes de que caiga el telón, escuchemos una vez más al maestro de ceremonias que, con sonrisa burlona y mirada procaz, asegura que aquí la vida es divina, las chicas son divinas y hasta la orquesta es divina. No lo es, ya lo sabemos, pero podemos desearlo o al menos fingirlo, aunque todo acabe mal. El cabaret no muestra una realidad amable, sino desconcertante, incluso siniestra y sórdida. Las uñas pintadas de verde de Sally Bowles disimulan unas manos sucias y envejecidas. Las bailarinas no luchan ni se rebelan, se saben víctimas de la decadencia de una sociedad que acabará devorada por los poderes de la destrucción. Se resignan, pero en su resistencia pasiva apreciamos la dignidad herida de quien morirá con las botas puestas.

El obturador abierto a través del que vemos el escenario del cabaret capta la luz que no hay y transforma en plata el brillo de los diamantes falsos. Life is beautiful. Olvida que la vida es una desilusión. Confía en mí, dice el Cabaret, aunque no soy de fiar. Lo peor está fuera.

Mientras el mundo se encamina hacia el desastre, aquí pervive un sentido ligero y despreocupado de la vida. Sí, superficial y fantasioso, quizá irresponsable frente a una sociedad que se desgarra entre la crueldad y la miseria, pero delicioso, divertido y, sobre todo, tolerante. El cabaret sucumbirá algún día y ellos lo saben. Se quedará a oscuras y cuando nos miremos en él como un espejo negro no encontraremos ni el consuelo de la huida. Ya ocurrió una vez y algunas de las cosas que pasan ahora tienen el mismo aspecto sombrío y siniestro de entonces. Las máscaras están ya a este lado del espejo y no son nada divertidas.

Mientas tanto, ojalá resista la orquesta un poco más y escuchemos los alegres compases de bienvenida. Wilkommen, Bienvenue, Welcome€