Hace unas semanas murió Víctor Mora€ Decirlo así, a palo seco, no es noticia ni es nada, pero cuando se sabe que ese hombre fue el autor de El Capitán Trueno ya es harina de otro costal, porque ese personaje ha acompañado a toda mi generación desde su empine hasta la madurez, y ha formado parte de nuestra génesis lectora y de nuestra genética lectiva y comprensiva, y aventurera y pinturera€ Nos guste o no, queramos o no queramos, aquel tebeo de Bruguera en cuarto apaisado fue el chute semanal de cientos de miles, millones quizá, de críos de postguerra. Fue el esnife de unos valores en los que, si no nos reflejábamos, sí que deseábamos reflejarnos y mirarnos, y desearnos a nosotros mismos, a través de un grupo de camaradas entregados a la aventura, aparte de la inevitable Formación del Espíritu Nacional.

Porque El Capitán Trueno encarnaba un héroe clásico, conservador, y más carca que la Falange que lo toleraba y casi tutelaba, las cosas como son€ Siempre amigo de los suyos, Goliath y Crispín, dispuestos a dejarse las muelas por los más débiles, necesitados e injustamente tratados. Generoso y desinteresado. Con una novia, Sigrid, a la antigua usanza, con la que no podía casarse porque no tenía donde caerse muerto, pero con la que nunca, jamás, se permitió el más mínimo homenaje de cremallera€ faltaría más. Siempre puso distancia y bragueta de castidad por medio. Eso sí, su único lujo, es que el ´capi´ se recorrió el mundo entero así, por las buenas, como el que no quiere la cosa, e hizo turismo global como el que más. De hecho fue el mayor y más grande turista español de toda la historia.

Luchó y bregó en todos los países habidos y por haber, y sin disponer de más doblones que los dispuestos por la divina providencia. Toda una figura€ y todo un figura.

Pero había algo de extraño en su dibujo (y esto es verdad, es cierto) que siempre me llamaba la atención, y no sabía qué era específicamente. Un efecto visual dual, raro, como opuesto en sí mismo, en su figura, en su concepción gráfica, en su pose. Muy mucho después, ya mayor, dí con el detalle discordante: Los vientos. Sí, señor, al Capitán Trueno le daban dos vientos contrarios, uno desde la derecha, por abajo, que hacía que el faldón de su sobrecota se abriera hacia su izquierda; y otro desde la izquierda, por arriba, que hacía que su corta melena ondeara hacia su derecha. Ese efecto a primera vista extraño, que reunía en su figura a dos de los cuatro vientos, en el mismo lugar y a un mismo tiempo, siempre me dejó esa sensación indefinible de que quizá el tal héroe, el Capitán Trueno, el Capitán Dosvientos, estaba transmitiendo una especie de mensaje en clave, como el que se deja para que se descubra a lo largo del tiempo. Una figura, la suya, sometida a dos fuerzas de lados opuestos. Como dos valores diferentes que se hacen encajar en un mismo personaje.

Como un solo emblema, pero con dos lemas distintos€

Ahora creo que ya lo sé. Víctor Mora, su creador y guionista, construyó gran parte de la obra de su vida desde la cárcel, desde la Prisión Modelo de Barcelona, donde estaba recluído por su militancia comunista y ser miembro activo del Psuc. Ahí es nada€ El franquismo fascista se encontró con un icono que encarnaba la mejor (aunque más rara) parte de su ideología de derechas, con el Capitán Trueno, mientras a su autor lo tenía en chirona por todo lo contrario. Por venirle el viento de izquierdas. Y su autor, que padecía en galeras por su fidelidad a sus ideas, creó un personaje magistral, todo un héroe, que defendía, al menos en su apariencia, lo opuesto a las suyas propias€ si bien, ya sabemos que todo es relativo, y que existen valores comunes y positivos inalterables. El caso es que esa supuesta ambivalencia le sirvió a Víctor Mora para ganarse la vida desde la cárcel, y para crear un ser inmortal al que envidiaría el mismísimo y universal Don Quijote, de haber nacido tras el paladín Trueno, y en el que se hubiera visto reflejado como el mejor caballero andante de todas las épocas.

Pardiez que sois hombre de agallas, noble Capitán, si os comparamos con los bellacos y malandrines de ahora. Todos necesitamos en un tiempo de vos, de vuestra hidalguía y vuestra audacia, tanto como hoy os recordamos€ ¡Sus y a ellos, voto a bríos!

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