La tecnología nos permite conocer como nunca antes el mundo que nos rodea y a sus habitantes. Mejora la gestión de los recursos y trabaja a favor de las personas con las redes sociales, Internet de las cosas, big data, inteligencia artificial...

Este fenómeno es global y se produce en la Región de Murcia al mismo tiempo que en cualquier región avanzada. ¿No sería razonable pararse y pensar para qué queremos usar tanto conocimiento?

Es verdad que con la que está cayendo en el panorama económico hay que ser muy valiente para pararse y mirar a lo lejos. Pero, para construir las ciudades del futuro hay que empezar con los planos y no comprando los ladrillos.

Necesitamos nuevas formas de hacer las cosas. Hay que evolucionar. No valen solo las propuestas sobre ´Smart cities´, ya que la ciudadanía reclama estrategias que perfeccionen su entorno cercano con soluciones y respuestas prácticas que mejoren su calidad de vida y satisfagan sus necesidades del día a día.

Lanzo aquí mi propuesta para que utilicemos la tecnología para dotar de sensatez a nuestras decisiones con el fin último de convertir nuestras ciudades y organizaciones en Ciudades Sensatas (Sensible Cities).

Las urbes actuales, tal y como las conocemos, se están transformado a un ritmo desconocido en la historia de la humanidad. La gestión de los recursos está alcanzando una sofisticación insospechada y generamos cantidades ingentes de datos que ahora quedan registrados allá por donde vamos.

Muchas iniciativas urbanas se han lanzado en los brazos de la sostenibilidad para dar sentido y justificar las acciones y decisiones de los gestores públicos.

Se está aplicando la tecnología para conseguir sistemas eficientes, pero es verdad que debemos reconducir la forma en que manejamos el planeta y sus recursos. Pero, sostenibilidad para qué. ¿Sostener el mundo sin cambiar nada?

Parece evidente que hay que ajustar el uso de los recursos para alcanzar un equilibrio entre su consumo y la regeneración.

La sostenibilidad puede ser un objetivo temporal para transformar lo que tenemos, pero es una restricción. Constriñe los diseño para la actividad económica cuyo fin último es el beneficio de la propia humanidad.

Tampoco la tecnología debe ser un objetivo en sí misma, sino más bien una herramienta con la que construir sistemas más eficaces y proactivos. La tecnología es un factor habilitador. Nos está abriendo nuevas posibilidades todos los días conforme gana en capilaridad y se nos cuela en las cosas que nos rodean, muchas veces de forma imperceptible.

Lo cierto es que estamos ya atrapados por ella hasta el punto de que ciertos organismos europeos se están planteando identificar a las personas, no por los rasgos físicos, sino por nuestros patrones de comportamiento digital ya que la imitación de los hábitos digitales es mucho más difícil de suplantar.

El fin último, entonces, debe ser otro. El objetivo es que los ciudadanos, los habitantes de las ciudades, tengamos mejores servicios, que interaccionemos y, finalmente, que seamos más felices. Que nos encontremos cómodos y satisfechos en el lugar donde habitamos. Es decir, debemos, empezar a mirar las cosas de manera diferente y que el desarrollo también signifique felicidad.

Ni el progreso, ni la tecnificación de nuestro entorno conllevan obligatoriamente una mejora en nuestro día a día. Algunas de las sociedades más avanzadas son también aquellas en las que sus ciudadanos reconocen ser mas infelices.

Parece necesario entonces un nuevo paradigma de aproximación a la persona, en el que sea la ciudad la que rodee a sus habitantes y les ofrezca una experiencia de convivencia basada en conocimiento y desde el respeto a la privacidad. El fin ha de ser el de conectar con los ciudadanos y sus verdaderas necesidades.

El uso de los datos de forma extensiva debe servir para el diseño de nuevos servicios proactivos. Este es el camino. ¿No sería deseable que cuando uno se muda de casa, el Ayuntamiento le ofreciera cambiar de centro de salud a otro más cercano y hacer el trámite automáticos, si nos parece bien? Este sencillo ejemplo ya es posible, ya que la información necesaria está registrada, pero hay que sacarla de los silos aislados en los que se guarda y crear mecanismos de análisis que automaticen acciones.

Es lo que técnicamente se conoce como integración de sistemas y análisis de big data. Ese es el camino. Y esa ruta nos llevará además a sistemas que tengan una visión de 360º del mundo que nos rodea y, por tanto, a que las decisiones se tomen considerando todos los condicionantes, beneficios y problemas que conllevan.

Los humanos llamamos a esto sentido común y tenemos la oportunidad de que la tecnología nos ayude a dar sensatez a nuestras iniciativas. Deberíamos orientarla para que se implemente en éste sentido y no sólo para optimizar recursos.

Las Ciudades Sensatas deben ser el futuro o éste no existirá.