No recomiendo compaginar el interés por la literatura con el político, porque la sensación de insatisfacción está asegurada. Por un lado, acabas echando de menos un discurso político mínimamente elaborado en el mundillo literario (al menos una victoria menos aplastante, entre los literatos, de la cuñadocracia, o del ´extremo centro´, como lo ha llamado estos días magistralmente Íñigo Lomana). Por el otro, deseas en la esfera política un mínimo nivel literario. Pero quiá. Es un folletín por fascículos. Y de los malos. Con los ríos de tinta que han corrido este último año, con la de personajes secundarios que han aparecido apuñalados en los callejones del alba (uy, perdón, es que se me pega, la prosa mala) y ahí tenéis el parto del ratón tras el último Comité Federal: nuevo Gobierno de Rajoy, un par de ministros cambian de silla, Fernández Díaz fuese, y no hubo nada.

Con las gafas literarias puestas, nuestra política es bien folletinesca en general. Por actores, salta a la vista que el más novelesco de todos, el más de capa-y-espada es el PSOE, últimamente en pleno monólogo dramático. ¿Estoy comparando con esto a los socialistas con, pongamos, Hamlet, ese príncipe de Dinamarca que no sabe si plegarse a lo conveniente „y resignarse a la investidura de Claudius„ o liarse a mandobles y no dejar viva ni a la Veracruz? Ja ja ja. Muy bueno. No. El PSOE no tiene de Hamlet ni la sombra. El PSOE más bien es Bartleby, ese personaje de Melville que por toda respuesta «preferiría no hacerlo» (PNH en adelante). Mandobles, dice. PNH. ¿Que se te aparece el fantasma del fundador del partido y te dice que lo han asesinado? PNH. ¿Que Fierabrás viene apretando desde Noruega, con planes de invasión y de sorpasso? PNH. ¿Que te ofrecen formar Gobierno, con el apoyo de los noruegos y la abstención (ésta totalmente inaceptable, claro) de los partidos catalanes y vascos? PNH. Perdona pero PNH. PNH y, además, me tengo que ir, que llego tarde a una boda.

A Bartleby, que es el prota de esa nouvelle que casi nadie se ha leído (ni falta que hace, porque ya los letraheridos os hemos dado tanto la brasa con ella que os la sabéis de memoria, junto con extensas chapas sobre su importancia en la literatura universal), lo contratan en un bufete de Wall Street tras perder su puesto en la Oficina de Cartas Perdidas, que supongo que es donde habrán ido a parar las 90.000 firmas a favor del congreso extraordinario. Y ya ahí empieza la historia. Bartleby, ¿te bajas a fumar con nosotros? PNH. Bartleby, ¿me haces unas fotocopias? PNH. Bartleby, date prisa con eso que la reu es en dos horas. PNH. ¿Cómo? ¡Estás despedido! ¡Fuera de aquí! PNH.

¿Cómo? Que PNH. Y aquí empieza la parte que da más miedo, de la historia. Como no consigue sacarlo de la oficina, el jefe de Bartleby se ve obligado a cambiar de despacho. Y ahí se queda el escribiente, en la habitación vacía, mirando por la ventana el panorama de Wall Street. Murmurando Preferiría No Hacerlo, Preferiría No Hacerlo. Aunque a veces, en vez de murmurar Preferiría No Hacerlo, parece que dice algo así como protimó na min káno.

„¿Protimó na qué? ¿Y eso qué significa?

„Preferiría No Hacerlo, pero en griego.