Más que echar en falta las pesetas, echo de menos el duro. Qué bonito era aquello de los cinco duros, los veinte duros, los mil duros, los 20.000 duros€ Había gente mayor que sólo se entendía hablando en duros. Recuerdo que, al entrar el euro, un abuelo venía a la tienda con toda su pensión en la nueva moneda, la extendía sobre el mostrador y me pedía que se la tradujese a duros y, lo que era peor, que le hiciese montones de ´mil duros´ con los billetes de euro para saber lo que iba gastando€. ¡Una locura! Al final, era yo quien terminaba desconcertado€ más confuso que el abuelo.