El autor es el dueño de la creación y los derechos de la obra nacida de su intelecto, de sus manos, de su memoria, de su imaginación o sueño; resultan, así, irrenunciables, sea cual sea la calidad y esencia de la nueva realidad existente. En multitud de ocasiones desconocemos al autor de esto o aquello; ya conocemos la forma teatral en la que 'seis personajes' buscaban a su autor, en la Italia de los años 20, bajo el magín de Pirandello. Simple o excelsa, nos sorprenderían algunas historias en torno a la presencia y fuste de las cosas. Como máxima, a cada cual lo suyo.

A veces se recuerda el acontecimiento con placa de cerámica o bronce. Ocurre en las esculturas del mobiliario urbano; lo pude comprobar en Sitges donde se reconoce la autoría de la palabra 'chiringuito',, tan comunmente veraniega, al maestro González-Ruano, que escribía junto al mar en un café que ya no podría llamarse de otra manera. A cada paso recordamos autores, ayer mismo lo hacia en El Alias, el restaurante que fue de Paco y Paca y hoy de Antonio, su hijo, al principio del Camino de Santa Catalina camino de La Alberca al pedirme, como de costumbre, con el hermoso vaso de cerveza un típico y único 'bañado', que lo puede ser en aceite o en el escabeche y siempre de la lata del bonito del norte y el pan chorreante, invento inmarcesible de Adolfo Fernández Aguilar, genio de tantas cosas. Todo tiene un responsable, un autor más o menos necesario; lo decía el otro día en nuestro diario Javier Orrico espléndidamente cuando apuntaba la necesidad de afirmar, de señalar a Zapatero único creador de la hecatombe que en la actualidad vive su partido, el PSOE. Faltará la placa en Ferraz.

Los que manejamos las palabras para decir, seducir, informar, aunque se afirma con razón que la poesía pertenece a quien la necesita y no a quien la escribe; decía el cartero de Neruda, debemos llevar cuidado con el uso de las voces; no podremos decir «pequeño, suave, peludo», ni mencionar al «almendro de nata», ni justificar nuestra humildad, «simple como un anillo», sin hacer referencia a Juan Ramón Jiménez, Miguel Hernández o al poeta andino tan trascendente, padres del verso memorable.

Contradiciendo esta necesidad que señalo de reconocimiento público de méritos, existe un movimiento contra la escultura de Colón en Barcelona que señala la dirección de sus aventuras; quieren quitar al navegante sus verdades y sus sorpresas porque dicen los contrarios al monumento, no fue un descubrimiento, que fue un contagio, una invasión a un mundo limpio y feliz. La grandeza del encuentro con el Nuevo Mundo también merece el bronce que lo recuerda.

Camino indefinido el del buscado autor de la maravillas o las torpezas insignes: «¿A quién se le ocurriría esto», solemos preguntarnos, no sin sobresalto y eterna curiosidad.