Una cosa es quedar en ridículo y luego ya está lo que hizo Verónica Pérez, la socialista sevillana que, en plena crisis de su partido la pasada semana, se autoproclamó a bombo y platillo como «la única autoridad» del PSOE. Luego desde Ferraz filtraron su currículum y, al parecer, la chica no ha hecho otra cosa en su vida que ocupar cargos políticos, por el mero hecho de afiliarse a una organización, pagar la cuota, hincharse a pegar carteles en las campañas y entrarle por los ojos a la persona adecuada en el momento justo. Y es que los partidos deberían reflexionar sobre hasta qué punto sus ´canteras´ están contribuyendo al descrédito de la política. Si los dirigentes de la Transición tienen tan buena imagen es porque la gente percibe que fueron personas que se incorporaron al servicio público por vocación, muchas veces de manera desinteresada, tras haber cotizado muchos años. Algo similar ocurre con los nuevos partidos, que carecen por ahora de cachorros adiestrados desde niños, que tienen el riesgo de heredar los vicios de los mayores. Por supuesto, no todos los que están en organizaciones juveniles son así. Pero hay muchos como esta «única autoridad».