Como cada cual elige el motivo de su propia sorpresa, a mí lo que me ha sorprendido de esta conjura de los necios que tiene patas arriba al PSOE es lo que no ocurrió, lo que no se dijo. Lo que equivale a decir que me ha sorprendido casi todo, ya que apenas nada de lo sucedido entre las dimisiones de los críticos y la despedida de Sánchez ha tenido una explicación merecedora de tal nombre. Pero cuando digo sorpresa no me refiero a una confusión por etapas, no he sentido la frustración de la incomprensión, no he fruncido el ceño. Ha sido como una de Buñuel, una extrañeza total, orquestada. Una delicada pieza surrealista. El discreto encanto de la burguesía, por ejemplo.

Acordaos: el embajador de Miranda y sus amigos, tratando de reunirse para cenar, pero siendo interrumpidos todo el rato, por hache o por be, toda la película. Y puede que no haya sido yo el único que ha experimentado esta extrañeza y se ha acordado de los burgueses de Buñuel y sus estómagos vacíos, porque (no es broma) en Forocoches hicieron bote y enviaron 120 euros de pizzas de jalapeño a Ferraz el sábado por la noche, mientras la peli concluía.

Tal vez en el PSOE querían debatir sobre, no sé, investir o no a Rajoy, por ejemplo. Sobre formar Gobierno con el apoyo de Unidos Podemos y otras fuerzas catalanas y vascas. Sobre seguir siendo ese partido de Gobierno o de oposición mayoritaria que llevan siendo desde el 78. Pero ey. No se pudo. No dio tiempo. Ni ganas. Pasaron cosas. Tuvimos que actuar. Por una movida. Dejémoslo ahí, en mitad de la frase: hay que dar a España un Gobierno (pero no nuestro, sino de Rajoy); es necesario calmar a los mercados (con sangre de currante y pensionista). Y todo así.

Entiéndaseme: cada uno de los cuadros socialistas que han participado en la conjura tiene, obviamente, sus motivos, explícitos o implícitos. Unos, como Felipe, dicen sentirse engañados por Sánchez. Otros, como Madina, necesitaban un cargo a la altura de su valía.

Otros declaran haber votado (nada menos que a favor de un Gobierno Rajoy) para enviar un mensaje a ese sector del partido con el que estaban enfrentados. Los habrá que hayan apostado bien, a caballo ganador. Ninguno, repito, ninguno puede explicar para qué vale ese PSOE reconvertido en muleta del PP al que, además, los populares ya han anunciado que van a exprimir hasta el tuétano, exigiéndoles apoyar unos presupuestos previsiblemente caníbales a cambio de no ir a terceras elecciones. Tampoco es que tengan que explicar gran cosa, por otra parte. Para eso sirve una gestora: para actuar sin tener que dar mayores explicaciones a tu militancia.

No hay rasgo más sintomático de que se ha asumido la subordinación política que ese espectáculo que han dado estos días Susana y los suyos, esa abundancia de motivos pero ausencia de proyecto, ese estar a lo que les digan. Como el Albert Rivera del chiste, que estará firmando pactos mañana a las ocho de la tarde en la Fnac, los dirigentes del PSOE se preguntan ahora qué hacer con la bicicleta, que por fin es suya pero ya no funciona. Por ahí vienen en pandilla, tirando del trasto. Se sorben los mocos tras la riña, les brillan los ojos de los sollozos, pero sonríen. Han ganado, pero ahora qué. Llevan sangre en la cara, pero no es suya. Son encantadores, pero a la manera de Buñuel.