Hoy un gran admirador del país, la economía y la cultura norteamericanas, pero cada vez me viene más a menudo a la memoria la muletilla que usan los galos en los cómics de Astérix, la de «estos romanos están locos». Es posible que sea el síndrome del imperio dominante, pero estos americanos me parecen cada día más locos, y cada vez los entiendo menos y me asustan más.

Primero está el asunto de las armas. ¿Cómo es posible que matanza tras matanza sin sentido, alguna tan macabra como la veintena de niños asesinados en la masacre de Sandy Hook en 2012, los norteamericanos no lleguen a la conclusión que la abundancia de armas es la causa principal de esas muertes inútiles? La realidad es que una inmensa mayoría de norteamericanos apoyaría mayores restricciones en la compra de armas, pero el lobby de la NRA (Asociación Nacional del Rifle, por sus siglas en inglés) tiene cogidos por las pelotas, con los ríos de dinero para sus campañas de reelección, a una mayoría más que suficiente de congresistas y senadores. Y no es que me parezca mal que los cargos electivos se busquen la financiación que puedan si es legal, no es a costa de mis impuestos y lo hacen de forma transparente, es que es una auténtica desvergüenza los eslogans que la NRA ha metido en la cabeza de esos deplorables descerebrados de clase media baja americana, a los que han convertido en portavoces de sus retorcidos argumentos en defensa de la posesión e incluso exhibición pública de armas de fuego.

Y en parte debido a la existencia de cientos de millones de armas en manos del público, y el temor, por tanto, a caer víctima de delincuentes armados hasta los dientes, desproporcionadamente de raza negra por otra parte, los policías de Estados Unidos ejercen una violencia inaudita contra sus propios ciudadanos. Basta ver los vídeos en los que la Policía ha ajusticiado „no hay otra expresión para definir su actuación„ a ciudadanos de raza negra en este último año, para darse cuenta de la violencia extrema y la falta de escrúpulos en su forma de actuar. Es más, en Estados Unidos se ha impuesto de forma sistemática el recurso de la Policía a los escuadrones de fuerzas especiales tipo Los hombres de Harrelson (las brigadas SWAT), en cuanto se supone que la situación es demasiado comprometida y peligrosa para el cuerpo de Policía normal. Tan brutal es la Policía, y tan habitual se ha convertido el dotarlos de armas y entrenamiento militares, que algunos barrios del país se parecen cada vez más a zonas de guerra militarizadas, con toque de queda incluido.

Otro asunto en que los norteamericanos se van separando progresivamente de nosotros, los europeos, y en general los países civilizados de cultura occidental, es en el de la falta de protección de los datos personales, hasta el punto de que la Unión Europea ha acabado limitando sustancialmente el intercambio de bases de datos con información desde y hacia Estados Unidos. Ahora se ha puesto de moda hacer publicaciones con fotos de personas esposadas por la Policía y venderlas en las gasolineras locales. Algo perfectamente legal, por otra parte, en un país que cada vez se parece más a un mundo aparte y menos a un país de cultura y valores compartidos con el nuestro, hasta el punto de que nos parecen eso: unos locos.