En 1976, aquellos políticos que mandaron durante la Dictadura resolvieron irse a la calle. Dieron por bueno que, tras la muerte de Franco su colorín colorado hubo acabado. Consideré tal acción como un acto de generosidad extraordinario, pues, dados los antecedentes, era poco esperable. Adolfo Suárez gestó esa renuncia (´desde dentro´) y practicó un método, sorprendente, para la Transición, contando con todos, desde franquistas inveterados hasta radicales comunistas, a fin de hacer de la reconciliación y el olvido los instrumentos vehiculares. «La Transición española habrá de admirar al Mundo», dijo Suárez. Y así fue hasta 2008 cuando Zapatero I El Buenista decidió dar satisfacción (Memoria Histórica) a perdedores de la Guerra y maltratados por el franquismo, de tal suerte que hoy llevamos diez meses de ´desgobierno´ pues, desde aquello, ahora resulta que ´No es No´, quizá por ese aquél.