Cuando en el 1982, el PSOE consiguió ganar por mayoría absoluta las elecciones que situarían a Felipe González en la Moncloa, con el apoyo de 202 escaños en el Congreso de los Diputados, los socialistas españoles habían recorrido un largo trecho formando parte de la historia de este país, porque desde que se pusiera en marcha el partido fundado por Pablo Iglesias (no el que unas veces quiere ser revolucionario y otras socialdemócrata; el de verdad, el que simplemente quiso ser socialista), en 1879, esta formación ha sido parte importante de la historia de España, incluido un largo exilio de mas de treinta años para, al regreso del mismo, alcanzar en solamente siete añosdesde la transición a la democracia, el gran triunfo que haría cambiar este país. Y la presencia de este partido ha sido de vital importancia en la sociedad española, porque siempre ha dado ejemplo de sentido de Estado y de estar cerca de las pulsiones de la sociedad.

Quiero decir con esto que el mantenimiento de la fuerza de una formación política como la socialista es necesario e imprescindible para la buena marcha de esta colectividad. Pero no parece que corran buenos tiempos para el histórico PSOE, que se va desangrando en sucesivas elecciones y, al parecer, está entrando en un conformismo desazonante ante unos resultados muy preocupantes. Tan preocupantes, que estas siglas se sitúan en cuarto lugar en Euskadi y en el tercero en Galicia sin que al parecer tiemblen ningunos cimientos de esa formación histórica y centenaria. Algo que sí ocurrió cuando Almunia, en las elecciones generales de 2000, consiguiera 125 diputados, presentando la dimisión esa misma noche, o lo acontecido en las elecciones del 2011 cuando Rubalcaba hacía lo propio al quedarse en 110 diputados.

Y no es que yo pida la dimisión de nadie, ni crea que las dimisiones arreglarían todos los problemas de ese partido, pero me gustaría encontrar una mayor autocrítica, más capacidad de análisis en los responsables socialistas, porque oyéndoles con el mismo discurso de hace unos días, con el mismo mantra de hace unos días, con la misma decisión de tomar un camino hacia no sabemos dónde, de hace unos días, me temo que no serán capaces de dar con la senda adecuada, porque es imposible encontrar nuevos caminos si no se es capaz de analizar qué es lo que se está haciendo mal, qué equivocaciones se están cometiendo, porque algo se estará haciendo mal, y algunas equivocaciones se estarán cometiendo cuando en el Parlamento español se encuentra con 85 diputados y en dos Comunidades tan importantes como Galicia y País Vasco se halla en la situación en la que está.

El bajón de votos y de representación parlamentaria por parte de los partidos alejados de las tentaciones aventureras en el Parlamento vasco debería de inquietar y mucho. Sí, los resultados electorales que se han dado en Euskadi nos deberían ocupar de una manera especial, teniendo en cuenta que en estos momentos las formaciones políticas que abogan por referéndum y no sé cuantas ocurrencias más (PNV, Bildu, Podemos)hoy son mayoría en el Parlamento vasco: cuentan entre todos con 57 diputados cuando la mayoría absoluta es de 38. Así es que tendremos que dar las gracias a que en estos momentos el lendakari sea un hombre, Urkullu, que nada tiene que ver con aquel otro, Ibarretxe, que tantos quebraderos de cabeza provocó a los ciudadanos con sentido común. No quiero ni imaginarme juntos a los independentistas vascos de antes y a los independentistas catalanes de ahora, con la ayuda inestimable de un Podemos absolutamente imbuido de tentaciones 'referenduleras' difíciles de parar.