Cuando conozco a alguien y me pregunta a qué me dedico, siempre respondo con cierta chulería: ¡Vivo de las mujeres! Entonces me mira de arriba abajo con incredulidad, como diciendo ¡no me lo creo!; ni tienes el porte de un gigoló ni el mal pelaje de un proxeneta. Sólo en ese momento, aclaro la contestación: soy mercero y novelista. El 95% de los clientes de mi tienda son mujeres; y, según mis editoriales, es mínimo el porcentaje de lectores que compran mis libros y, a la vez, utilizan calzoncillos como ropa interior. Así que€ ¿vivo o no vivo del dinero de las mujeres?