En una esquina de Hyde Park, en Londres, los oradores espontáneos suben a una banqueta y sueltan su mitin sobre cualquier cosa, sin que falte público. Algo así es lo que ha hecho el Rey al clamar ante la Asamblea de la ONU, pero con la vista en España, por el diálogo para superar los bloqueos políticos. Injustamente, la institución más dañada por la parálisis puede acabar siendo la Corona, al esfumarse el poder moderador que se le supone y es la principal justificación de su existencia. Los partidos que quieran evitar que eso ocurra podrían ir pensando en algo, por ejemplo en la figura del mediador Real, una persona de prestigio social indiscutible a la que el Rey encargue lo que él no puede hacer: acercar a las partes, hacer que al menos se hablen, averiguar qué quieren, atar algunos cabos. Esto no es Inglaterra: si la Corona no tiene ningún oficio real debajo se irá viniendo abajo.