Personalmente, es difícil venir de dos viajes „Mozambique y el campo de concentración, no son de refugiados, de Ritsona en Grecia, donde ves en estos lugares la crueldad humana en su máxima expresión, con toda la hipocresía política y de los financieros, y la ternura de la gente sencilla, obrera, que intenta sobrevivir y que quieren darle un futuro decente a sus hijos„ y encontrarte el juicio el 1 de septiembre cuyo demandante es Cajamar a través del director de la sucursal, celebrarse el juicio, donde la fiscal nos pidió un mes de multa, a tres euro diarios, en total noventa euros, y nos ha llegado la sentencia. Sorpresa mayúscula, el juez nos condena a tres meses de multa, en contra del criterio de la fiscal. ¡Qué gran decepción! Siento un profundo dolor y vergüenza.

Puedo entender que haya que aplicar la ley, aunque en casos como éste hay sentencias absolutorias, y uno pida lo mínimo porque la gente es solidaria, lucha, en este caso, por la condonación de la deuda y sólo quiere que la familia rehaga sus vidas; según el juez esto merece el mayor castigo. Usted me condena y yo lo perdono. Se ha equivocado en su sentencia, una sentencia que hace mucho daño a las familias, a esos padres y madres que han perdido su hogar, a eso niños a quienes les han destrozados la vida, y en nombre de ellos le pido que recapacite y que piensa en el sufrimiento de tantas familias que pasan por este drama. Aunque ya no hay marcha atrás, de todas formas vamos a recurrir. Los banqueros estarán muy contentos y estarán diciendo: «Este juez tiene un par de cojones, qué se han creído los mequetrefes de los antidesahucios y el cura de mierda ése». Pero nuestra decepción la vamos a convertir en indignación y la indignación en compromiso y esperanza; vamos a seguir luchando y caminando por el derecho a la vivienda, al hogar, desde la no violencia y a la misma vez con la firmeza de los que defendemos la decencia ética en nuestra sociedad. Ustedes tienen el dinero y el poder: a nosotros nos queda la dignidad y la resistencia. No pierdo la esperanza de que su corazón deje de ser una caja fuerte y se convierta en humano.

Es curiosa esta sociedad en que los financieros ponen a su servicio a los gobernantes para que éstos aprueben leyes que protejan la avaricia, la codicia, la ambición y la violencia desde la impunidad y la inmunidad. Los namqueros ni siquiera están devolviendo el dinero que el Estado les ha dado, recortando, para ello, en educación, sanidad y política social, y no dan la cara: reuniones secretas, llamadas de teléfono y todo arreglado. Al final dan la cara los jueces y las Fuerzas de Orden Público, que en el fondo están actuando bajo la dirección de las élites económicas y financieras, y por otra parte estamos la gente, la ciudadanía que intentamos recuperar los derechos humanos, impedir que sigan pisoteando a las personas.

Los banqueros no dan la cara, mandan a los directores para que lo hagan. Nosotros, los ciudadanos, ponemos nuestros rostros, nuestras vidas, porque creemos en un mundo diferente. Las Fuerzas de Orden Público nos identifican y nos fotografían; estamos en fichas, me imagino que considerados como un peligro social, cuando sólo queremos la justicia, la libertad y la fraternidad, cuando sólo queremos que la gente viva en paz, con un trabajo que les permita llegar a final de mes sin problemas y que les dejen vivir sin más.

La acusación era por usurpación „nos queríamos quedar con el banco con violencia„, cuando quedó evidenciado que estábamos allí porque queremos ser solidarios, sin violencia alguna, lo que reconoció el propio director, porque queremos ayudar a la gente y resulta que hoy en día hacer el bien puede ser ilegal y además te condenan a lo máximo. Nosotros no usurpamos, son los banqueros y los políticos cómplices los que usurpan las viviendas con violencia, con acoso, con coacciones, con amenazas, haciendo la vida imposible a las familias. Son ellos los que usurpan nuestra dignidad, los que usurpan con violencia nuestros derechos, los que usurpan que podamos vivir con decencia, los que nos arrojan al paro, a la precariedad; usurpan las paz destruyendo pueblos y países por los recursos económicos y por ser zonas geoestratégicas, son ellos los que usurpan la verdad con la manipulación y el control de los medios de comunicación; son ellos los que usurpan nuestras vidas, nuestras propias vidas y nos condenan a la pobreza, la miseria, el hambre y la guerra. Son ellos los que usurpan nuestra capacidad de luchar, con leyes restrictivas y opresoras. Ellos son los usurpadores y los usureros.

Ellos no sólo han usurpado las instituciones como la ONU, las europeas y todo aquello que tuviera influencia, sino también han usurpado nuestros corazones, nuestros pensamientos, nuestras esperanzas, nuestras utopías, nuestros ideales, nuestras sensibilidades, en definitiva, han usurpado nuestra conciencia. Se han apropiado de todo aquello que nos daba vida, que nos hacía sonreír, todo aquello que nos hacía caminar hacia un horizonte donde la gente pudiera saborear la vida y vivirla, en definitiva, una vida con vida, y no es ninguna redundancia.

Aún hay gente que cree en el ser humano con valores, con dignidad, como compañero de viaje en nuestra existencia,y vamos a seguir estando al lado de la gente que sufre, aunque después legitimen a los que causan su sufrimiento. ¡Qué duro es esto! No vamos a abandonar a la gente, no vamos a dejar que usurpen nuestras luchas y esperanzas. No es una amenaza; es nuestro compromiso con la vida y para la vida de todas personas.