SEPTIEMBRE EN EL SABER POPULAR

Numerosos son los refranes, en la huerta de Murcia, que hacen alusión al noveno mes del año. Muchos de estos dichos populares fueron recopilados, al final del siglo XIX, por el gran periodista Martínez Tornel para sus lectores del ´Diario de Murcia´, a los que incluso estuvo obsequiando pequeñas separatas donde publicaba estos trabajos de recuperación que hacía por cualquier rincón de la huerta. Alguno de los más populares dicen: «Septiembre o se lleva los puentes, o seca las fuentes». Otro con clara alusión a las lluvias de este mes: «Septiembre será bueno si del primero al treinta, pasa sereno». Asimismo, el refranero popular hace alusión al célebre ´veranico de los membrillos´: «De septiembre, en fin de mes, el calor vuelve otra vez». Por la huerta de Murcia le llamamos el ´veranico de los membrillos´ y en la meteorología en general se conoce como ´veranico de san Miguel´, pues es en torno a esas fechas cuando el calor suele, de nuevo, hacer acto de presencia. «Septiembre, dichoso mes, que con aguaceros y tormentas pone la huerta al revés». Por todos es sabido que, desde antiguo, este mes que acaba de comenzar traía consigo numerosas tormentas, a veces devastadoras, que incluso arrasaban el recinto ferial instalado en el Parque de Ruiz Hidalgo. Asimismo encontramos otros refranes con clara referencia a la agricultura y los trabajos de la huerta. «Por septiembre, tus gallinas, véndelas y para Navidad, vuélvelas a comprar». También se habla de la siembra: «Lo que en agosto madura, en septiembre se asegura», o volviendo al tema de aguaceros y desastres: «Para el huertano desde la Virgen de agosto hasta san Miguel, nunca debería llover». Y ya para terminar este recuerdo al refranero popular murciano traemos otros dos refranes donde se ´avisa´ de que el tiempo cambia y los días empiezan a ser más frescos. «Cuando se acaba de vendimiar, las viejas se ponen a hilar» o este otro que avisa de cuando, por lo general, el frío hacía acto de presencia en la huerta: «Cuando la caña echa la jopa, prepara María la ropa». Teniendo en cuenta que, las cañas, a final de septiembre o comienzos de octubre es cuando suelen echar la jopa y por tanto el cambio de temperatura

está más cerca.

REPRIMENDA A UN PREDICADOR

En la segunda mitad del siglo XVIII, los frailes mercedarios celebraban con gran solemnidad la festividad de la Virgen de los Remedios (ya hemos hecho referencia en anteriores noticias de los intentos por parte de los de la Merced para que el obispo la nombrara patrona de Murcia, pero fracasaron en todos sus intentos) Pues bien, todos los años, coincidiendo con el 9 de septiembre, festividad y celebración de esta advocación mariana, los miembros de la Orden Mercedaria realizaban solemnes funciones religiosas y fiestas para honrar a la Virgen. En el año 1758 ocurrió un desagradable incidente con un predicador de la novena que, dadas sus duras críticas, obligó a pedir perdón al Concejo por parte del Prior de la Orden. Las actas capitulares lo recogen de la siguiente manera: «Tratóse de la función y festividad de Nuestra Señora de los Remedios, que en el día de ayer se celebró en el convento de la Merced al que asistió este Ayuntamiento como anualmente acostumbra en tan señalada fecha. El religioso de dicha Orden que predicó en la fiesta, sobre hacer además un sermón muy dilatado, tocó en algunos puntos muy particulares dirigidos contra el gobierno económico de este Ayuntamiento y lo que, bajo su parecer, era dilapidar el dinero en cosas poco convenientes para la ciudad y hacer críticas de la vida que llevaban los señores del Concejo. Ante tal escándalo el Superior de la Compañía Mercedaria tiene la obligación de corregir al dicho predicador e imponerle el castigo que proceda a modo de penitencia, así como también tiene la obligación de pedir disculpas al Señor Corregidor».

EL BARRIO DE SAN ANTOLIN, DE FIESTA EN SEPTIEMBRE

Diez días duraron las fiestas populares en el castizo barrio murciano de San Antolín con motivo de la apertura de su iglesia parroquial (precioso templo arrasado y destruido durante los sucesos de 1936). Llevaban muchos años demandando la construcción de un templo en aquel lugar, dada la gran cantidad de vecinos que vivían en toda aquella zona y por fin en 1752 celebraron la apertura de su iglesia. Según recogen las actas del Concejo estuvieron diez días, desde el 9 de septiembre hasta el 19 del mismo mes, celebrando con diversas fiestas la bendición del templo y el traslado del Santísimo Sacramento. Si bien, la iglesia no estaba terminada del todo en aquellos años, pero ya se podía abrir al culto. Así, el 9 de septiembre leemos: «Solemnizan con grandes fiestas populares los feligreses de la parroquial de San Antolín de la ciudad de Murcia, la próxima apertura de la nueva iglesia edificada a su titular, aunque solo erigida en una parte de su construcción». Más tarde, el día 17, se refieren las actas de nuevo a estas solemnidades: «Dan principio en la iglesia parroquial de San Antolín de la ciudad de Murcia las solemnidades religiosas que por tres días va a celebrar su clero y feligreses por trasladar a ella en este día al Santísimo Sacramento, con toda pompa, a dicha iglesia de la que solo está en esta fecha terminada la nave central y el altar mayor con el sagrario». Y ya por último, y como resumen de todo lo anterior, el día 22 de septiembre el Concejo se hace eco de las solemnidades llevadas a cabo con motivo de la bendición de la iglesia parroquial de san Antolín y de que fueron durante tres días sucesivos las ceremonias religiosas que se celebraron con participación de todos los miembros del Concejo, Cabildo Catedral y obispo de la Diócesis de Cartagena.

LOS IMPUESTOS DE LA FERIA

En la segunda mitad del siglo XVIII, ante las penurias económicas que sufrían las arcas municipales, el Concejo aprovechaba cualquier acontecimiento para encarecer precios e impuestos para sanear la empobrecida economía de Murcia. Esto ocurría casi todo el año poniendo duros gravámenes a cualquier actividad que se quisiera desarrollar en la ciudad. La feria anual no iba a quedar exenta. Así vemos que, en el año 1780, la feria se levanta en la Plaza de Santo Domingo, conocida como la del Mercado, y en sus tres calles aledañas para que pudieran instalarse cómodamente los vendedores. Pero por primera vez, el Concejo arrienda las casetas por un montante de 200 reales a cada uno de los comerciantes allí instalados sea cual fuese la actividad a desarrollar. Se da la curiosidad de que, hasta ese año, los vendedores instalaban sus tenderetes para mostrar su venta y que, a partir de entonces, el Concejo decide hacer un espacio homogéneo donde todas las casetas de venta fueran iguales en extensión, lonas, mostradores etc. Esto le cuesta a cada feriante 200 reales. Aquel año se pagó el impuesto, aunque hubo protestas generales. Pero al año siguiente, en 1781, la subida fue mucho mayor, pues de los doscientos reales se pasó a pagar dos mil. Una barbaridad para la época, lo que originó no pocas protestas durante septiembre. Y ya, en 1787, el malestar sería mucho más importante y las protestas se hicieron notar en toda la ciudad, y por todos los gremios, pues el Concejo les cobró cinco mil reales por cada puesto de feria. Aquel año, según las actas capitulares, fueron muy pocos vendedores con los que contó la feria de Murcia y esto ocasionó que, en años sucesivos, la feria perdiera fuerza y cada vez vinieran menos compradores a la misma. El Concejo rectificó su error, o el desmesurado afán recaudatorio, y a comienzos de la última década del siglo XVIII y tras negociar con los gremios abarató los impuestos y tributos, con lo cual la feria de Murcia volvió a recuperar su importancia.