Es un mal político, interesado en su momio, y aquí lo dejo, no lo votaré más. Y paso a mentar la sesión de investidura cuando, en primera instancia, un diputado prometía y el otro juraba, ambos por su conciencia y honor, cumplir con sus obligaciones y defender la Carta Magna. Palabras al viento. Un hemiciclo degenerado donde echo de menos gente que dé la talla por España ante la bazofia y el partidismo entendido como sinecura. Uno promete, y que su palabra baste, el otro jura y, de esa manera, pone por testigo a Dios, aunque el propio Hijo de Dios recomendaba los monosílabos sí y no, asegurando que todo lo demás del mal procede. Sospecho que esto de repetir elecciones ya ocurrió hace un millón de años y que los cromañones optaron por el sorteo para vestir de púrpura a una persona, de por vida y para toda su estirpe.