En puertas de un nuevo comienzo de curso, es fácil que vengan a nuestra memoria los más variopintos recuerdos de otros inicios, acumulando múltiples experiencias. A vuelapluma, me gusta tomar notas a pié de página de la vida para orquestar artículos como resultado de ese pasar a limpio apuntes y apuntes, incluso algún que otro garabato. Antaño con la batuta „lápiz, bolígrafo, pluma€„ marcábamos el ritmo sobre papel, temiendo encontrarnos de bruces con un indescifrable folio en blanco. La vida misma sigue siendo el mejor argumento. Un artículo de periódico puede convertirse en una bocanada de aire fresco que agrada y pasa casi sin sentir, una losa inamovible o un punto y seguido sobre nuestros aconteceres desde diferente perspectiva.

Escribo desde mi portátil, tecleando pausadamente sobre las letras que conforman palabras y frases para edificar con esa arquitectura del lenguaje que abre puertas y ventanas a la comunicación y entendimiento. La nostalgia postvacacional intenta descolgarse por algún resquicio que no acaba de encontrar a pesar de que aprovecho para escuchar la mejor música. Recuerdo cuando escribía sobre papel y al pasar a limpio me costaba descifrar mi propia letra. Con el ordenador no hay más que tachones y garabatos virtuales que pueden convertirse en reales e incluso virales cuando apuntamos directamente a las actuaciones reprochables de personajes que, precisamente hoy, no quiero que vengan a cuento.

Así que cada cual asuma su responsabilidad y actúe en consecuencia porque escudarse tanto en lo mal que lo hacen los demás resulta ya demasiado aburrido. Esperemos que se aclare el fango político porque apañados vamos.

Ahora, tras la época estival, punto y aparte, y a preparar con ilusión la nueva andadura. Seguro que no estrenaremos mochila ni lápices de colores. Seguro también que no todos somos jóvenes y entusiastas. Muchos comienzan su andadura universitaria o estrenan trabajo. Otros siguen en el paro. Hay jubilados que no paran. Somos únicos dentro de la multitud y multitud en los espacios de buscada soledad. Iguales, diferentes. Mejores y mejorables. Más que borrón y cuenta nueva, propongo pasar a limpio las vacaciones.

Como siempre, nos acompaña cierto cansancio que se disipa bajo una lluvia de «ha merecido la pena». Unos vienen y otros van al tiempo que procuramos quedarnos con lo bueno de todos. Creo que las vacaciones mejores son las que nos ayudan a estar más cerca de quienes queremos. A veces no hace falta decir nada, otras surgen esas conversaciones que fluyen caudalosas en un mar de confianza. Y celebramos estar juntos y disfrutamos de esos raticos entrañables que no cambiaríamos por nada del mundo. Regresamos a casa cansados de muchas cosas que desaparecen al pasar a limpio el cariño. Dice el papa Francisco para que aprendamos de una vez por todas a querernos, que no existen familias perfectas. Somos como somos, lleneticos de dimes y diretes. Por eso, repito, no hay nada como pasar a limpio el cariño. ¡Bienvenidos a casa!