Ha pasado más de una semana desde que terminaron los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. En la ceremonia de clausura, Tomas Bach, presidente del COI, no se atrevió a calificarlos como «los mejores de la historia». Cierto es que la organización dejó bastante que desear, pero a nivel deportivo el evento cumplió con creces... como siempre. Mereció la pena trasnochar hasta las cinco de la mañana para ver las hazañas de Phelps, Bolt o Simone Biles. Vimos a Nadal, Beitia y Belmonte hacer historia para España, vimos a Van Niekerk, Hosszu y Ledecky destrozar récords del mundo, vimos arrasar a USA en baloncesto (como es costumbre) y a Brasil ganar su primero oro en fútbol. Pero también vimos a muchos otros héroes anónimos cumplir su sueño de ganar una medalla olímpica. Aunque no concentre la atención mediática de otros campeonatos (principalmente futbolísticos), nada se puede comparar a la cita que reúne a los mejores de cada deporte cada cuatro años. Bendita la idea que tuvo del barón Pierre de Coubertin hace más de un siglo. La espera hasta Tokio 2020 será larga, pero merecerá la pena.