Es uno de los datos que ponen en evidencia las contradicciones y paradojas del mundo en que vivimos: más de 500 millones de indios cagan en la calle o entre la maleza, al carecer de las correspondientes instalaciones sanitarias dentro de su vivienda. ¿Es posible esto en 2016? Aunque parezca mentira, lo es. También es cierto que es uno de los problemas que se ha propuesto resolver el gobierno del nacionalista Narendra Modi, y no es el más importante, por cierto. India es la gran civilización actual cuyos comportamientos resultan más extraños. Normalmente para lo malo, pero tiene también muchas cosas positivas.

Por ejemplo, está el sistema de reparto de comidas llamado dabbawala que permite que cada día miles de oficinistas y empleados de Bombay coman comida casera recién hecha esa misma mañana sin moverse de su trabajo. Miles de mensajeros se encargan de transportarlas en cestas con una puntualidad y eficiencia que resultan incompresibles, teniendo en cuenta el tránsito infernal en las calles de Bombay, la ciudad más densamente poblada del planeta. Lo más increíble es que las cestas se devuelven a la casa correspondiente al día siguiente. De hecho, es un sistema que se estudia en las Escuelas de Negocio y cuyo funcionamiento intriga a los expertos en logística.

India se resiente por otra parte de la mala coexistencia entre religiones, la musulmana y la hindú. Los primeros no comen cerdo, los segundos no comen vacas. El problema de las vacas en la India no es tanto la vaca joven, sino las vacas viejas, que ya no resultan productivas pero que hay que cuidar y alimentar. Pero entre cerdos y vacas, el problema de las relaciones entre ambos contingentes de población sigue sin resolverse, a pesar de todo el sufrimiento que supuso la separación de Pakistán.

Pero lo más triste y sorprendente es comparar la evolución de China e India en las últimas tres décadas. Y digo triste porque India es la mayor democracia del mundo, con votaciones regulares y alternancia de partidos, y cualquier demócrata preferiría que le hubiera ido mejor que a China, una dictadura de partido único al fin y al cabo. Sin embargo, con una población relativamente similar, la renta per cápita de China es casi cinco veces la de India, y también su producto interior bruto, que define el peso y la importancia global de una economía en el contexto mundial. China abrazó las reglas de la economía capitalista, en su versión más salvaje casi siempre, con empleados tratados como esclavos. Sin embargo, la India se apuntó a la ideología dominante en el Tercer mundo tras la descolonización, el socialismo estatalista, demostrando una vez más que lo que garantiza la prosperidad económica es el libre mercado.