El frikismo de la nueva televisión ha devorado la imagen de algunos jóvenes actores, presentes en la pequeña pantalla o en las revistas, lo que provoca que no sean tomados demasiado en serio. Sin embargo, en más de una ocasión demuestran su valía para estar frente a la cámara y soportar el peso de grandes papeles. Un ejemplo de ello es María Valverde, a la que películas para adolescentes con la mirada fija en taquilla como Tres metros sobre el cielo amenazaron con etiquetarla de por vida. Pero la joven tiene en su haber desde los 16 años un Goya a la mejor actriz revelación, por coprotagonizar La flaqueza del bolchevique con Luis Tosar, la antítesis de Mario Casas. La niña para unos, actriz para otros, ha conseguido ya rodar en Hollywood, trabajar en películas muy respetables y protagonizar Gernika, que llegará a España en septiembre. De una manera similar, Emma Watson despegó de una exitosa saga como Harry Potter como una niña excesivamente rica, y pasó a ser una adolescente en Las ventajas de ser un marginado, hasta convertirse en la mujer de Colonia. Así, el guapo de Chile, Benjamín Vicuña, puede ser menos respetado por películas como El hilo Rojo, hasta que interpreta de manera exultante un papel lleno de silencios en La memoria del agua. Unos grandes triunfadores infravalorados, como otros muchos.