Un año de Erasmus da para mucho. Haces amigos, enemigos, pasas buenos momentos, otros no tan buenos, lo que está claro es que un Erasmus no deja indiferente a nadie. Hay quien dice que es una vida en un año. El primer día que llegas piensas en todo el tiempo que te queda allí y ves muy lejano el momento de acabar. Poco a poco van pasando los meses y sigues sin pensar en el final. Pero antes de que te des cuenta llega el verano, probablemente la primera vez en tu vida que no quieres que llegue, al final toca volver. Y es cuando vuelves cuando empiezas a valorarlo todo realmente, cuando te das cuenta de todo lo que has vivido. Te invade la nostalgia y piensas que allí has vivido una vida algo irreal, que dura un curso y que no se va a volver a repetir. Llegas a casa y empiezas a recordar todos los momentos que has pasado y te das cuenta de la experiencia que has tenido, lo bien que lo has pasado. Sin duda es algo que recomiendo a todo el que pueda que lo haga.