La comida gratis no existe», dice un viejo adagio muy usado en el mundo de los negocios. Lo curioso es que tanta gente siga pensando lo contrario en relación con los contenidos de internet. Es decir, que todo debería ser gratis y, además, sin publicidad. Recuerdo la que se armó cuando Whatsapp decidió cobrar un euro al año por el uso de su servicio de su mensajería instantánea. De hecho, el asunto se enterró en el olvido, sobre todo después de que la empresa y el servicio fueran comprados por Facebook hace un par de años. El caso de Whtasapp es paradigmático, porque los nuevos propietarios mantienen el compromiso de no introducir publicidad en el servicio, con lo que viene a ser lo más parecido a la comida gratis, y mucho más ahora, que ha incorporado múltiples funcionalidades e incluso llamadas gratis sobre la red de datos.

Pero esto solo puede funcionar con las empresas de software, que han establecido un interesante modelo llamado freemium, que básicamente establece que el usuario profesional disfruta gratis de la prestación mientras que el usuario profesional de alto nivel, que demanda muchos más recursos de la aplicación, es el que realmente paga por ella. Esto ha llevado a un gran nivel de confusión entre los usuarios, que creen que este modelo -exclusivo de las empresas que venden una herramienta de software- puede trasladarse al caso de las empresas que lo que hacen es crear contenidos de forma independiente y que, por su propia naturaleza, en ningún caso pueden ponerse al servicio de intereses empresariales, más allá de la venta de espacios publicitarios claramente identificados.

Algunos medios han seguido el ejemplo de ´The New York Times´ y el ´Wall Street Journal´ y han establecido lo que se conoce como ´muros de pago´, que consiste a grandes rasgos en permitir el acceso a un número de artículos cada mes sin coste, pero que solicitan el pago de una suscripción para tener acceso ilimitado. El conflicto entre el modelo basado exclusivamente en la publicidad y otro que limita el acceso de los contenidos es que esta limitación provoca inmediatamente un descenso en el número de visitantes y páginas vistas, algo que disuade a su vez a los anunciantes, que lo que buscan es la gran audiencia que el sistema de muro de pago precisamente limita. Para complicar aún más la cosa, los programas que bloquean la publicidad en las páginas web están complicando la vida a los medios que basan su modelo de negocio total o parcialmente en la venta de espacios a anunciantes. En definitiva, un asunto aún sin resolver y uno de los problemas más graves que amenaza con acabar con la existencia o al menos con independencia de los medios tradicionales de comunicación. Y no se sabe qué sería peor.