El ser humano precisa del conjunto para ser fuerte, para aprender, para aprovechar la experiencia, para conversar sobre lo que hacemos bien y mal, para tomar opciones que nos permitan la firmeza y la voluntad que necesitamos para salir adelante. El fin es alcanzar la felicidad con y entre los demás.

Hay personas, invitaciones, hechos, conceptos, leyendas, realidades, consideraciones, recurrencias, acontecimientos cotidianos o excepcionales, que nos invitan a lo contrario: a vivir en soledad, a andar en pos de lo individual. No les prestemos atención. No traen más que pesimismo.

Reconociendo el valor de cada cual, hemos de pensar que la unidad nos da más posibilidades de futuro. Pensemos que juntos podemos solventar mejor los errores e identificar de una manera más óptima todo aquello que se complete con aciertos desde los buenos inicios, que también se producen por fortuna.

Ver entre varios nos ayuda a que las sombras sean menos y a que las luces sean más intensas y brillantes. Además, lo relativo se percibe más convenientemente cuando nos regalan otros sus análisis y perspectivas, así como sus auxilios. Y, por si queremos un baluarte añadido, juntos siempre es más divertido. Miremos en el ejemplo de los niños, ¡que tanto saben!

Conmemoramos, por cierto, estos días un concierto que marcó un antes y un después en las vidas del planeta Tierra. Los 'últimos' dijeron, nos gritaron, que la verdadera riqueza está en los corazones. Entonces se oponían a una guerra. No ganaron. O puede que sí, teniendo en cuenta la vigencia de lo que nos glosaron. Ahora, en el marco de una ingente impotencia, hay cuarenta conflictos vivos que dejan demasiados muertos.

Subrayaban, los mentados, que podían vivir con lo puesto, y ahora estamos en el 'sobre-consumo', lo cual está conduciendo al planeta al borde del desequilibrio, del caos incluso. No salen las cuentas. Nos empecinamos. Tropezamos excesivamente para despertar.

La lucha de clases de épocas pretéritas se ha convertido en pugna por sobrevivir. No atendemos la vigencia del 'dar para recibir'. Los ancianos, los seres queridos que nos precedieron, abandonaron sus vidas con un enorme sacrificio en pos de nosotros. Flaco favor les hacemos cuando no conservamos lo que nos legaron: sus sentimientos, sus razones, sus constataciones.

El bienestar, las opciones y las oportunidades meditando en torno a esos 'últimos' (los que no son valorados, según los cánones de una supuesta civilización) deben ser una premisa que, de no mantenerla, nos dividirá y romperá en mil pedazos. La sociedad ha de estar unida en las grandes bases como son la educación, la sanidad y la igualdad desde la justicia, la libertad y la búsqueda de la dicha. Todo lo que no sea hacer esto realidad es equivocarnos.

No olvidemos que contribuir con estos a menudo olvidados es recordarnos en los malos trances, por los que, inevitablemente, todos pasamos. No hay tampoco conflictos locales. Hagamos balance cuatro décadas más tarde, eso sí, con propósito de enmienda.