El filósofo donostiarra Fernando Savater, muy crítico desde hace unos años con la deriva soberanista de algunas autonomías y, en general, con el caciquismo territorial y disgregador que ha ido surgiendo en esas entidades, publica un artículo en el que discurre con mucho sentido del humor sobre la transformación del concepto de ciudadanía en simple inquilinato. Y lo hace a partir de unas declaraciones de Pili Zabala, candidata de Podemos a lendakari y hermana de José Ignacio Zabala, asesinado por los GAL y enterrado en cal viva.

La señora Zabala, odontóloga, dijo en unas declaraciones que «en cada territorio decide la ciudadanía de ese territorio y en Cataluña tienen que decidir los catalanes mientras que en Euskadi decidirá la ciudadanía vasca». Savater, que trata con especial delicadeza a Pili Zabala («es una persona que ha sufrido de verdad»), aprovecha, no obstante, la ocasión para fustigar, a su juicio, la incoherencia de esa teoría ya que «si es la ciudadanía de cada territorio la que decide, es evidente que todos los territorios son de hecho independientes, de modo que lo que habrá que modificar no es el modelo territorial sino el concepto mismo de ciudadanía, que ya no se corresponde a la pertenencia cívica a un Estado sino a un territorio, sea el que sea y como sea».

Una vez sentada esa premisa, el filósofo va un paso más allá y propone transformar a los ciudadanos en inquilinos. «Uno -dice- es inquilino de un territorio y decide sobre él, pero cuando se muda a otro, se convierte en inquilino de nuevo y cambia su ámbito decisorio». Y puesto en marcha el mecanismo de la broma, Savater, que no carece de sentido del humor, distingue entre varias clases de inquilinos: de renta antigua (históricos), realquilados, subarrendados, etc. Una «macedonia de identidades» que será difícil de entender por el resto de Estados de la UE, donde habrá franceses, alemanes, portugueses e italianos y «los inquilinos variopintos de la pos-España».

El artículo es gracioso, pero permite visualizar la radical evolución que el filósofo ha experimentado desde que escribía en Egin, periódico de cabecera de la izquierda abertzale, y apoyaba la legalización de Herri Batasuna. Entonces opinaba que «la profundización de la democracia en España pasaba, entre otras cosas, por el cumplimiento radical de las autonomías y el abandono por derribo de un modelo de Estado madrileño-centralista». Eran aquellos tiempos en los que Savater le daba caña a la España cañí, opinaba que las autonomías eran «la forma más directa de participación de los ciudadanos» en la política y que España era un «fracaso histórico». Todos tenemos derecho a evolucionar y a cambiar de criterio. Y los primeros, los filósofos. En cualquier caso, la propuesta de Savater para convertir a los ciudadanos de las autonomías en inquilinos no deja de tener su gracia y hasta su punto de razón, si nos referimos a algunos asuntos concretos. Por ejemplo, una tarjeta sanitaria por autonomía.