Frente a la costa rocosa y monolítica del PP zozobran hoy las naves erráticas de Ciudadanos, PSOE y Unidos Podemos. A esto hemos llegado después de la repetición de las elecciones, que, como se ha visto, a quien únicamente han beneficiado ha sido a Rajoy. Se mire como se mire, tras el 26J sólo vuelve a haber dos opciones: o un gobierno del PP en minoría o nuevos comicios. Así lo quieren Rivera, Sánchez e Iglesias y sus planas mayores; aunque no probablemente sus electores.

Y como pensar en unas terceras elecciones es como asomarse al abismo oceánico, todo apunta a que habrá finalmente lo que en un principio parecía imposible: investidura de Rajoy. Algo que no entraba en los planes de nadie hace un año, pero que ha ido tomando cuerpo, hasta hacerse irreversible, ante la incapacidad de sus adversarios. «En ningún caso vamos a apoyar un gobierno de Rajoy», hemos oído repetir por activa y por pasiva a Rivera. «No es no» fue la fórmula contundente elegida por Sánchez para descartar al registrador de Santa Pola. «El único voto útil para ganar al PP es el de Unidos Podemos», proclamaba Iglesias antes de las últimas elecciones.

¿En qué va a quedar la promesa más repetida en las dos últimas campañas electorales por parte de Ciudadanos, PSOE y Unidos Podemos, de que bajo ningún concepto permitirían que Rajoy volviera a gobernar? Visto lo visto, en palabras que se va llevando el viento; en proclamas que ahora se van matizando; o en discursos pulverizados por la fuerza de los hechos.

¿Quién hubiera dicho hace ocho meses, cuando el PP quedó noqueado con 123 diputados, que íbamos a estar hoy donde estamos? Cuando PSOE y Ciudadanos pactaban un programa de gobierno para desbancar a un presidente en funciones «nefasto», líder de una formación investigada por la justicia, cómplice del saqueo de las arcas públicas, ejecutor de una política despiadada con las clases populares y símbolo de un partido «podrido» por la corrupción. O cuando Podemos hacía su entrada triunfal en el Congreso y tocaba el asalto a los cielos.

Las cosas empezaron a ponérsele de cara al PP a partir del momento en que Ciudadanos y Podemos, tras el 20D, se vetaron mutuamente. Y se terminaron de aclarar cuando se desató la guerra fratricida entre PSOE y Podemos por la hegemonía de la izquierda. Descartado un gobierno de progreso y regeneración democrática entre PSOE, Ciudadanos y Podemos; descartado cualquier pacto con los independentistas que ya han iniciado la «desconexión» de España, el Partido Popular se va presentando poco a poco ante la ciudadanía como el único capaz de formar gobierno. Un gobierno precario, si se quiere, pero gobierno al fin y al cabo, que podría durar más de lo previsto. Al menos, y puede ser mucho tiempo, mientras la ciudadanía siga percibiendo a los demás como incapaces de articular mayorías alternativas.

¿Hacían falta para este viaje estas alforjas? Probablemente no. Que con todo lo que ha caído, Rajoy pueda seguir aferrado al poder, debería preocupar a quienes lo van a permitir. Da igual cómo justifiquen su ´sí´, su ´no´, o su abstención. La desafección, la frustración política y el hartazgo que va a generar su investidura en el 70 por ciento del electorado que no lo ha votado es un responsabilidad de la que no podrán sacudirse tan fácilmente.